Roma, 19/10/2018

El Camino Neocatecumenal está particularmente agradecido al Señor y a la Iglesia por haber inscrito en el libro de los santos, el domingo 14 de octubre de 2018, al Papa Pablo VI. Fue el primer Pontífice que animó y apoyó los inicios de este carisma cuando era todavía casi desconocido, reconociéndolo como un fruto del Concilio y signo de esperanza para la Iglesia.

En el primer encuentro que el Camino tuvo con él, el 8 de mayo de 1974, sorprendió por el gran afecto con el que nos acogió, intuyendo con espíritu profético la identidad bautismal del Camino:

“Vosotros no solo hacéis apostolado porque sois lo que sois, en un estímulo por redescubrir y recuperar los valores cristianos verdaderos, auténticos, efectivos que de otra manera podrían permanecer casi diluidos en la vida ordinaria. ¡No! vosotros los ponéis en evidencia, los hacéis emerger, y les dais un esplendor moral verdaderamente ejemplar porque, así, con este espíritu cristiano, vosotros vivís esta comunidad Neocatecumenal”.“¡Cuanta alegría y cuanta esperanza nos dais con vuestra presencia y vuestra actividad! Sabemos que en vuestras comunidades trabajáis juntos para comprender y desarrollar las riquezas de vuestro Bautismo y las consecuencias de vuestra pertenencia a Cristo”.
 

“Vivir y promover este despertar es a lo que vosotros llamáis una forma de ‘post-Bautismo’ que podrá renovar en las comunidades cristianas de hoy los efectos de madurez y profundización que se realizaron en la Iglesia primitiva desde el período de preparación para el Bautismo”.

“Vosotros lo lleváis después: el antes o el después, diría, es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana”.

Tres años más tarde, el 12 de enero de 1977, pocos días antes del Sínodo sobre la Catequesis, San Pablo VI dedicó toda su alocución en la Audiencia General del miércoles al Camino Neocatecumenal, proponiendo el nombre mismo de “neocatecumenado”.

“La praxis y la norma de la Iglesia han introducido el hábito sagrado de conferir el bautismo a los recién nacidos, dejando que el rito bautismal concentrase litúrgicamente la preparación que, en los primeros tiempos, cuando la sociedad era profundamente pagana, precedía el bautismo, y que era llamado catecumenado. Pero en el ambiente social de hoy este método necesita ser integrado por una instrucción, por una iniciación al estilo de vida propio del cristiano, siguiendo el bautismo, es decir, de una asistencia religiosa, de un entrenamiento práctico a la fidelidad cristiana, de una inserción efectiva en la comunidad de los creyentes, que es la Iglesia”.

“He aquí el renacimiento del nombre «catecumenado», que ciertamente no quiere invalidar ni disminuir la importancia de la disciplina bautismal vigente, sino que la quiere aplicar con un método de evangelización gradual e intensivo, que recuerda y renueva en cierto modo el catecumenado de otros tiempos. Quien ha sido bautizado necesita entender, repensar, apreciar, para secundar la inestimable fortuna del sacramento recibido”.

En la memoria del Camino permanece también el significativo encuentro de saludo con los iniciadores del Camino, Kiko Argüello y Carmen Hernández, al término de esa misma Audiencia. El Papa preguntó: “¿Quién es Kiko?”. “Soy yo”, respondió Kiko. Y el Papa, mirándole a los ojos y poniéndole una mano en la espalda le dijo: “Se humilde y fiel a la Iglesia y la Iglesia te será fiel”. Estas palabras permanecen grabadas en el corazón de Kiko hasta hoy.

Un especial reconocimiento del Camino Neocatecumenal al Papa Pablo VI es por su encíclica “Humanae Vitae”, que en general ha encontrado muchas dificultades en ser aceptada, pero que al mismo tiempo ha dado tantos frutos en el contexto del itinerario neocatecumenal. En él, gradualmente es transmitido el Magisterio de la Iglesia sobre la sexualidad y el matrimonio. Así lo testimonian matrimonios reconstruidos, numerosos hijos, muchos jóvenes en las comunidades entre los cuales han surgido muchas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, familias en misión en las zonas más difíciles.

Es significativo que en las respuestas al Cuestionario sobre la situación de la familia en la actualidad: aspectos positivos y aspectos conflictivos, enviado a todas las Conferencias Episcopales, a las realidades eclesiales, recogidas en el Instrumentum Laboris del Sínodo Extraordinario sobre la Familia de 2014 se afirma:

“Respecto a la encíclica Humanae Vitae del Papa Pablo VI, en la gran mayoría de los casos, no es conocida en su dimensión positiva”.

“Un buen número de Conferencias Episcopales señala que, allí donde se transmite en profundidad la enseñanza de la Iglesia con su genuina belleza humana y cristiana es aceptada con entusiasmo por una gran parte de los fieles. Cuando se consigue mostrar una visión global del matrimonio y de la familia según la fe cristiana, entonces uno se da cuenta de verdad de su bondad y belleza”.

“La enseñanza es mayormente aceptada donde hay un camino real de fe por parte de los fieles y no solo una curiosidad extemporánea sobre lo que la Iglesia piensa acerca de la moral sexual”.

En la ceremonia de investidura del “Doctorado Honoris Causa” en Teología Dogmática a Kiko Argüello el 13 de mayo de 2009 de parte del Instituto Juan Pablo II, el relator señalaba también otro aspecto:

“En un momento de crisis y desorientación para muchos, la acogida sin reservas de la encíclica profética de Pablo VI Humanae Vitae por parte de las familias del Camino ha sido un auténtico testimonio para toda la Iglesia, mostrando que, más allá de nuestros miedos o de nuestras dificultades, es posible vivir lo que la Iglesia señala como específico del camino de santidad del matrimonio si existe una comunidad viva que nos acompaña”.

Finalmente, su conmovedor amor por la Iglesia, del cual percibió toda la urgencia y la necesidad de ser reconstruida, encontró en la práctica del Camino una resonancia fértil y fructífera.

“(…) Cristo nos llama a recomenzar desde cero, hasta el último día de los tiempos, reclama trabajo nuevo, reclama construcción extenuante, fresca, genial, como si la Iglesia, el divino edificio, tuviera que comenzar hoy su desafiante aventura en las alturas del cielo”.

El miércoles 15 de septiembre de 1976 concluía una serie de catequesis proféticas sobre la Iglesia con un grito apasionado:

“Nosotros, viejos operarios, lanzamos el grito: ¡es tiempo de construir! Es más, de construir a los constructores, ¡los apóstoles de la ciudad de Dios!”.

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