Visita a la parroquia de San Lucas Evangelista 4-11-1979

S. Juan Pablo II

Roma, 4 de noviembre de 1979 *

Particularmente significativo ha sido el encuentro con las cinco Comunidades Neocatecumenales que comenzaron su actividad en la parroquia hace siete años, en 1972.
El Santo Padre ha mantenido un coloquio con los responsables de estas comunidades, que le han recibido con unas palabras de saludo y presentación; entre otros, el catequista Franco ha dicho:

«También nosotros quisiéramos añadir algo como catequistas de esta parroquia. Santo Padre: nos ha producido gran alegría y admiración leer -aunque todavía no hemos podido profundizarlo- el maravilloso documento “Catechesi Tradendae”. Nos ha dado gran alegría ver cómo, al mismo tiempo que el magisterio de la Iglesia emite estos documentos, existe ya una realidad. En dicho documento, Ud. dice que es necesario un crecimiento en la fe para que haya personas que puedan acoger, sobre todo, a los alejados de la Iglesia; a los dispersos. He aquí que, por la gracia del Señor, tenemos una realidad, que está creciendo, y por lo que estamos contentísimos; y también por estas visitas que Vd. nos hace. Nosotros queremos mucho a los itinerantes. Vd., Santo Padre, verdaderamente es un Papa itinerante que va llevando el Kerigma, va llevando este anuncio de Jesucristo resucitado de la muerte, que a nosotros nos ha sacado de nuestra propia muerte».

Palabras de S.S. Juan Pablo II:

«Todos han hablado muy bien. Vuestro sacerdote asistente, don Giancarlo, también Franco (Franco es uno de vosotros, me parece, vuestro portavoz), nos ha explicado óptima y exactamente el espíritu, la atmósfera, todo lo que constituye vuestro grupo; porque grupo no es solamente un número, es un espíritu. El grupo, o mejor, la Comunidad, se constituye siempre desde dentro, interiormente, porque es interiormente donde toca el Espíritu Santo; toca aquello que cada uno de nosotros es, su intimidad personal, su intimidad espiritual, pero no nos toca a ninguno de nosotros separadamente, individualmente, porque nos ha creado para ser Comunidad, para vivir en la comunión; nos toca a cada uno de nosotros para reconstruirnos en la comunión, y así se explican también todas estas comunidades como las vuestras que viven en la comunión cristiana.
¿Cuántas son? -Cinco Comunidades.

Yo creo que hay una regla, una regla siempre: para dar hay que tener algo. Hay que dar algo no en el sentido material ciertamente, sino en el sentido espiritual. Para dar hay que tener dentro algo que es inmaterial, espiritual. Y eso, que es invisible, hay que descubrirlo.

Yo creo que esta es la regla de vuestro movimiento Neocatecumenal; se trata de descubrir lo que tenemos dentro. Muchos son los cristianos bautizados, pero tal vez no han descubierto su Bautismo, han olvidado casi su Bautismo. Están bautizados, su Bautismo está en las actas, se encuentra en los registros, está registrado en la parroquia, está registrado también en su corazón, pero este registro interior se encuentra casi muerto, dormido. ¡Y hay que descubrirlo! Cuando se descubre se tiene, después hay que darlo. Cuando se ha descubierto no se puede no darlo, porque lo que se descubre nos empuja a darlo. Así, así han nacido todos los apóstoles. Todos los apóstoles han nacido así. Creo que, si ahora surgen catequistas itinerantes, si incluso el Papa se ha hecho itinerante, esto es también un fruto que él ha descubierto. Si se ha descubierto una vez la riqueza, el misterio, el misterio de Cristo, el misterio que constituye nuestra identidad personal, espiritual, cristiana, no se puede dejar de querer darlo a los demás.

Estoy muy contento de este encuentro. Os animo a continuar, porque continuar significa seguir al Espíritu Santo, y a seguir también vuestra vocación, porque descubriendo el misterio de Cristo viviente en nosotros, se descubre también nuestra vocación. Y ahora os doy a todos mi bendición».

(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 5-6 noviembre 1979.