Visita del Papa Juan Pablo II a la parroquia de San Timoteo 10-II-1980

S. Juan Pablo II

Roma, 10 de febrero de 1980 *

Acogido por el canto de los presentes, el Santo Padre ha entrado en la sala donde estaban reunidas las Comunidades Neocatecumenales, nacidas en la parroquia. Presentadas por las palabras del párroco, que ha subrayado cómo él mismo, con la ayuda de estos hermanos, ha emprendido un nuevo camino de conversión, se han escuchado los testimonios de algunos catecúmenos.
Doménico, un hombre de mediana edad, ha recordado cómo la experiencia catecumenal le ha hecho descubrir la verdadera dimensión del cristianismo, que es vida vivida y no solamente adhesión intelectual, consiguiendo así superar graves dificultades familiares. Elisabetta, de 21 años, madurada con el descubrimiento de Dios, ha contado su experiencia de contestataria. Una señora casada y madre de cuatro hijos ha confesado cómo una frase: “habrá un camino para los desesperados”, escuchada en una Iglesia donde casualmente había entrado, la había salvado de la angustia y del suicidio. Francesco ha contado cómo el don gratuito de Dios le ha hecho descubrir la riqueza de la vida. Luego ha hablado un catequista, Giampiero Donnini, que ha hecho presente cómo ha sido muy importante para la vida de la parroquia el establecimiento de estas Comunidades Neocatecumenales que se presentan como estructuras permanentes donde introducir a todos los que quieren iniciar el camino hacia una fe más adulta y madura.

El Papa ha dado las gracias por estos testimonios profundos y sencillos recordando, como todos bien sabemos, qué cosa significa la palabra catecúmeno.

«Pero debemos decir también -ha proseguido el Santo Padre que esta palabra ha desaparecido casi. Los catecúmenos, especialmente en los pueblos tradicionalmente católicos, son los niños pequeños los recién nacidos. Pero éstos no son catecúmenos porque no pueden ser preparados para el Bautismo. Los catecúmenos de los primeros siglos constituían una realidad muy importante en la Iglesia: Yo creo que, lo que hacia ellos para la fe en aquella época, lo hacen ahora las Comunidades Neocatecumenales. Pero lo hacen porque han sido bautizados por otros al comienzo de la vida. El sentido del catecumenado es el de prepararse al Bautismo: prepararse, en el sentido pleno de la palabra, quiere decir ser introducidos en los misterios de Dios viviente, porque en el Bautismo se recibe no sólo el nombre de cristiano, sino también la participación en Cristo mismo, en el misterio de Dios viviente para el hombre. Los testimonios que me habéis traído prueban todos que hay un momento de la gracia, un momento de iluminación, un momento en el que se encuentra a Dios viviente que quiere vivir en vuestra vida, vivir vuestra vida. Esto es de mucho valor para vuestra experiencia personal de cristianos, pero sobre todo es de mucho valor para la formación apostólica.

Esta experiencia debe estar como base de toda formación apostólica, digamos catequética: no solamente hay que conocer fórmulas de fe y teología, sino que hay también que entrar en contacto con el misterio de la vida divina, abierta a todos nosotros con Jesucristo. Sólo después de la experiencia personal se puede dar testimonio. Os deseo que profundicéis siempre más vuestra fe y que tengáis siempre con vosotros la alegría».

(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 11-12 febrero 1980.