Visita a la parroquia de San Tarsicio 3-3-1985

S. Juan Pablo II

Roma, 3 de marzo de 1985

En el interior de la parroquia el párroco presentó al Papa las Comunidades Neocatecumenales. Los componentes de la primera comunidad comenzarán dentro de pocos días una nueva misión; irán por las casas del barrio para anunciar el Evangelio. “Es este un momento importante y también delicado para la comunidad -dijo el párroco-”.

«Santidad, -dijo luego un miembro de la comunidad- su benevolencia particular hacia las comunidades me anima para tomar la palabra delante de Vd. que representa la Iglesia para testimoniar lo que el Señor ha hecho en mi vida durante el Camino Neocatecumenal. No es el caso que mi vida se haya parado en Pío XII y que la haya encontrado con Vd. bajo su pontificado, ignorando la existencia de otros tres Pontífices. De hecho, después de una infancia vivida en una rígida educación católica he descubierto a los 18 años que el hombre adulto debía tener una misión específica: combatir la religión cristiana como una superstición peligrosa. Consideraba al cristianismo y a Cristo como una utopía y un fracaso, reservando al hombre la facultad de ser artífice de la propia existencia. Tal visión equivocada de la existencia me ha llevado durante 25 años a un desorden interior, intelectual y afectivo del cual no era capaz de salir. Incluso el suicidio de un amigo me planteó -sin respuesta- interrogantes sobre la existencia del hombre, sobre el que porqué de la vida. Hace cerca de 6 años el Señor ha venido a llenar mi vida: de repente, inesperadamente, vino a través de unos catequistas que estaban perdiendo la vida por los demás. Desde aquel día mi vida cambió, descubrí que el Señor me amaba como nadie habría podido hacerlo. Había incluso, deformado el amor de Dios pensando que no podía amar a otros como me amaba a mí. A medida que la Palabra de Dios calaba en mi vida descubría mucho más grande la misericordia de Dios. Este amor me ha regenerado como esposo y como padre. He descubierto, de hecho, una nueva esposa, la que el Señor -no yo- había elegido para mí. He descubierto nuevos hijos como hijos de Dios. Santidad, con este breve testimonio trato de devolver a la Iglesia lo que he recibido en señal de agradecimiento y de amor filial».

«Yo os conozco -ha respondido el Papa- os encuentro en diversas parroquias de Roma, os encuentro también en diversos países del mundo. Es muy fácil identificaros, porque cuando comienzan a sonar las guitarras y cuando se repite el canto característico de los Neocatecumenales, en cualquier ángulo del mundo, el Papa sabe rápido quiénes son y se alegra. Se alegra por doquier y se alegra también en esta parroquia. Yo he hablado más veces a las Comunidades Neocatecumenales en diversos sitios de Roma y ahora sé muy bien que son dos los elementos característicos de vuestro carisma. El primero es un entusiasmo de la fe reencontrada. De la fe, fe reencontrada, incluso, en aquellos que la tenían desde siempre, tal vez la fe vivida, practicada, en aquellos que eran buenos y honestos cristianos. Una vez reencontrada en su más pleno significado, en su misterio y en su grandeza sobrenatural la fe crea el entusiasmo. ¡Es tan necesario este entusiasmo de la fe para nuestra época! Nuestra época fría, indiferente, que no quiere comprometerse, que dice de la verdad de la fe, de Cristo, de Dios: sí, tal vez, quién sabe, puede ser… etc. Es necesario este entusiasmo, esta convicción personal que solamente es capaz de convencer a los otros.

Después, la segunda cosa que creo que pertenece a vuestro carisma es la conversión radical. He oído vuestros dos testimonios, especialmente el primero con una profunda conmoción y he pensado enseguida: ¿qué queremos más? tenemos aquí otro testimonio de Pablo de Tarso. Uno que luchaba contra Jesús, que quería, incluso matarlo, destruir el cristianismo. Luego, en un momento, encontró a Jesús Resucitado y se convirtió en su discípulo, su apóstol más celoso, más eficaz. Estamos pienso que nuestra época, en la cual tantas personas han perdido la fe y han emprendido otra senda siguiendo ideologías y sistemas filosóficos y han encontrado hasta asociaciones que ofrecen un programa antirreligioso, nuestra época que necesita conversiones radicales al estilo de la de Pablo de Tarso. Os veo con tanto agrado y creo que sois muy necesarios en la Iglesia de hoy, en el mundo de hoy. Debéis continuar cultivando vuestros carismas y profundizando en vuestra identidad, manteniéndoos siempre muy cercanos a los Pastores de la Iglesia y siguiendo siempre la gracia específica que pertenece a las Comunidades Neocatecumenales».