Audiencia en la Capilla Sixtina a los jóvenes futuros sacerdotes 31-3-1985

S. Juan Pablo II

Vaticano – Capilla Sixtina, 31 de marzo de 1985

Mil doscientos siete jóvenes comprometidos en el camino que les llevará al presbiterado, han animado en la tarde del domingo de ayer un largo encuentro con el Papa en la Capilla Sixtina, abarrotada como nunca. Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal, presentando la asamblea al Santo Padre, ha afirmado que aquellos jóvenes habían venido a Roma para el gran encuentro internacional de la Juventud y para participar en una reunión especialmente reservada a los jóvenes neocatecúmenos que a través del Camino han descubierto la vocación al sacerdocio. A pesar de que provenían de unos sesenta países, la mayor parte de los jóvenes eran Latinoamericanos, contentos de poder demostrar a Juan Pablo II cómo había sido acogida la invitación que les dirigió en Perú, durante su reciente visita al “Continente de la esperanza”. “Id y volved a vuestras naciones a evangelizar”.

El encuentro romano de los jóvenes neocatecúmenos ha sido definido por ellos mismos como “una inmersión en el Bautismo” y se ha desarrollado profundizando en tres aspectos fundamentales en el camino de los futuros presbíteros: la Liturgia, el aspecto sacramental, el de la Palabra, esposa del presbítero, con una reflexión especial sobre el capítulo 9 de San Lucas: sobre la Iglesia. Especial importancia se le ha dado al descubrimiento de la Iglesia local. Ha sido el mismo Kiko el que ha ilustrado al Santo Padre las características del grupo y la proveniencia de los participantes. Ha expuesto un cuadro completo del interés puesto por las Comunidades Neocatecumenales en todo el mundo para el nacimiento y la profundización de las vocaciones de especial consagración. Hoy son muchos los jóvenes que llegan al Seminario gracias al Camino Neocatecumenal, lo han demostrado hablando de su propia experiencia; dos entre tantos: uno de Santo Domingo y el otro de Múnich, Baviera. El obispo brasileño de Jundiaí, Roberto Pinarello de Almeida, ha afirmado que el seminario de su diócesis ha asumido la metodología del Camino Neocatecumenal para la formación de los seminaristas: el “trípode” de la Palabra, de la Liturgia y de la Comunión fraterna es alimento eficacísimo para el seminarista que se pone así al servicio de la Iglesia y para la Iglesia.

«Quisiera resumiros las reflexiones que he ido haciendo durante este encuentro: reflexiones espontáneas, inmediatas y, a la vez, muy del momento. Hemos hecho un poco de geografía y de estadística, hemos recorrido el mundo: desde México, toda América Central, Antillas, América Latina completa, y luego hemos pasado a Oceanía, Australia, Japón, China, Taiwán; y no sé cómo no hemos ido a ese gran país situado entre China y Polonia; asimismo nos hemos dirigido a varios países europeos y he percibido que también Italia está bastante representada, no sólo España; un poco menos Polonia, pero hay seminaristas igualmente de este país, gracias a Dios.

Mientras se configuraba esta geografía y estadística, yo pensaba que debernos hacer referencia siempre, incluso con la estadística, a las cosas espirituales, al Espíritu Santo, pues hay una estadística que sólo se conoce a través de su persona y de su acción misteriosa en el alma. Todos somos instrumentos, instrumentos incluso sacramentales, sagrados, de esta acción suya; pero lo importante es su acción, el instrumento es secundario siempre, si bien necesario; y necesario porque la Iglesia no es la Iglesia celeste, sino la terrestre, la de los hombres, y los hombres están llamados a formar la Iglesia. Es preciso que haya llamamiento; Cristo actuó así: llamó. Comenzó Él a predicar y evangelizar, pero enseguida hizo un llamamiento ya desde los primeros días. Este proceso de la vocación, de la llamada, debe repetirse; más aún, este proceso de la vocación constituye una cierta prueba de la autenticidad y madurez de la Iglesia, tanto de la Iglesia universal como de la particular, local. Recuerdo los tiempos de mi juventud y los años en que era obispo en Cracovia, cuando cada parroquia se evaluaba según las vocaciones sacerdotales y religiosas que tenía; ello constituía un signo de la vitalidad y madurez de la Iglesia.

Voy conociendo cada vez más vuestro Camino Neocatecumenal y lo hago en circunstancias diferentes y con brevedad siempre; de estos fragmentos resulta un conjunto. Quisiera deciros lo que me parece esencial. Situáis en el centro de vuestra espiritualidad el sacramento del Bautismo. ¿Qué significa Bautismo? Muchas cosas, pero de entre todas las que forman la gran teología del Bautismo sagrado, hay una: la primera consagración de la persona humana a Dios en Jesucristo. Ciertamente hay muchos, muchísimos bautizados que se dan poca cuenta o ninguna de que es la primera consagración. En cambio, si uno hace una valoración completa, existencial, verdaderamente religiosa de su Bautismo, alguna vez al menos ha de encontrarse con esta realidad: soy una persona consagrada a Dios. En esta consagración primera y principal es más fácil detectar la vocación sacerdotal o religiosa. Esto no quiere significar aprecio menor del cristiano en general, de la vocación cristiana como tal, de la vocación de todos los laicos; hasta tenéis por guía a un laico; San Francisco de Asís no quiso hacerse sacerdote y aceptó sólo la ordenación diaconal. Ciertamente toda vocación cristiana está marcada, caracterizada por esta consagración de la persona, del hombre y de la mujer, a Dios. Si esto se entiende, es fácil comprender también la vocación del hombre que, partiendo de su iniciativa guiada por la gracia divina, se ofrece al servicio de Dios, de Cristo y de la Iglesia, se dedica al servicio completo y total en la consagración sacerdotal y en la consagración religiosa, consagraciones algo diferentes entre sí pero muy convergentes. Y esto es un fruto de la meditación y profundización del misterio del Bautismo, por ello no me extraña que en vuestro camino surjan vocaciones; ello confirma que vuestro camino es auténtico y responde a su índole y denominación. Aquí tenéis, pues, lo principal que quería deciros. Ahora otro punto bastante vinculado a esta situación. Nos encontramos en la Capilla Sixtina, famosa sobre todo por sus maravillosas pinturas, en especial el “juicio” de Miguel Ángel. Y conocida también. Todos somos peregrinos por el hecho de que aquí tienen lugar los cónclaves y se eligen los Papas, obispos de Roma. La última vez se reunieron mayor número que en otros Cónclaves y eligieron a un Papa desconocido, pero que ha descubierto una vocación itinerante.

Y así somos itinerantes. Esta es otra faceta de vuestro camino. La Iglesia apostólica era itinerante, claro está, y el más itinerante de los apóstoles era San Pablo, sin duda alguna. Hoy también la Iglesia es itinerante, todos son itinerantes, incluso los que no cambian de lugar ni de casa durante la vida, pues todos somos peregrinos, y peregrinos significa algo más que itinerante; todos somos peregrinos en el Espíritu Santo, peregrinos hacia la casa del Padre, y Cristo nos guía por medio del Espíritu Santo. Deseo añadir algo más todavía. Aquí, en esta Capilla y en torno a esta Capilla se hacen muchas oraciones en todo el mundo cuando llega el momento de la muerte de un Papa y la elección de su Sucesor.

Quiero concluir este encuentro pidiendo con vosotros al Espíritu Santo vocaciones; tan necesarias en la Iglesia. También nosotros hacemos una estadística respecto de la Iglesia Universal y debemos hacerla. Ayer mismo, con Mons. Sustituto, hemos hablado con los representantes de la Oficina Estadística de la Iglesia; la Iglesia de hoy debe hacer grandes esfuerzos en la oración, en los contactos con el Espíritu Santo para mantenerse viva, para mantener el número de vocaciones, pues su número está amenazado en algunas Iglesias, y en otras es insuficiente, ya desde hace tiempo.

Terminemos rezando un misterio del Rosario, el misterio del Espíritu Santo, tercer misterio glorioso, pues en esta Capilla hay que rezar siempre el misterio que se refiere al Espíritu Santo; y por las vocaciones».