Visita a la parroquia de Santa María Goretti 31-1-1988

S. Juan Pablo II

Roma, 31 de enero de 1988

LA VALENTIA DE LA FE QUE NACE CON EL BAUTISMO PUEDE AFRONTAR LA DESCRISTIANIZACIÓN DE EUROPA

Reproducimos aquí el discurso que el Santo Padre ha pronunciado:

«Os doy las gracias por este encuentro y por todos los testimonios que habéis dado. Escuchándoos y encontrándoos, pienso siempre en el catecumenado en general, no solo con categorías históricas. El catecumenado ciertamente pertenece a la historia de la Iglesia primitiva y misionera, pero a través de vuestro camino y de vuestras experiencias se ve qué tesoro ha sido para la Iglesia el catecumenado como método de preparación al Bautismo. Cuando estudiamos el Bautismo, cuando administramos este sacramento principal de nuestra fe, cuando leemos las palabras de San Pablo a los Romanos, vemos más claramente que la práctica en el día de hoy se ha convertido en insuficiente y superficial. Si se trata de la naturaleza sacramental del Bautismo, si se trata de las promesas bautismales, que son en su esencia un programa de toda la vida nueva, la vida en Cristo, todo eso se practica y se realiza en la liturgia de la Iglesia, hoy. Pero, al mismo tiempo, se ve cómo sin el catecumenado previo, esta práctica es insuficiente, inadecuada a aquel gran misterio de la fe y del amor de Dios como es el Sacramento del Bautismo: la inmersión en la muerte de Cristo y en su Resurrección que es inmersión en la misma vida de Dios, inmersión en la Santísima Trinidad.

Naturalmente hay una explicación de las circunstancias por las cuales el catecumenado de la Iglesia primitiva y misionera desapareció con el tiempo. A partir de un momento en que el Bautismo estuvo más presente en las familias y los padres -impulsados por la fe- querían bautizar a sus hijos. Ciertamente estos niños no podían estar preparados al Bautismo con la metodología del catecumenado, eran muy pequeños. Esta metodología ha sido mantenida en los países de misión y, a veces, da la impresión que la fe de esos neófitos, de esos nuevos cristianos de África y de otros países del mundo que deben pasar por una experiencia de catecumenado casi análoga a la del catecumenado primitivo, que dura más de dos años, es más madura y ellos mismos parecen cristianos más maduros que nosotros que pertenecemos a naciones y países en los que nos vanagloriamos de una vieja cristiandad y en los que el catecumenado, en su sentido primitivo y misionero, ha desaparecido. Ciertamente el catecumenado no ha desaparecido del todo, pero ha sido sustituido por una catequesis llevada adelante por la Iglesia, con una información, una enseñanza y una educación cristiana en las familias. Todo esto es un equivalente del catecumenado en el sentido primitivo y misionero de la palabra. Pero es algo que se hace después del Sacramento. Vosotros pertenecéis a la categoría de cristianos porque habéis recibido el Bautismo tal como se hace hoy: en la familia, en la parroquia, en la Iglesia contemporánea.

A través de vuestro Camino Neocatecumenal (y debo decir que la palabra “camino” es muy apropiada), se puede reconstruir lo que una vez era el verdadero catecumenado, más aún, se puede profundizar más en él. Porque es así como se puede llegar a recibir todos los frutos del Bautismo vividos como eran vividos en las comunidades primitivas, por los primeros cristianos, por las primeras generaciones cristianas que estaban dispuestos a todo, incluso al martirio por Cristo y llevaban una vida muy coherente.
También eran pecadores, porque el hombre -incluso después del Bautismo- permanece un pecador potencial; sin embargo, en este Bautismo había una fuerza estupenda, en la vida de los primeros cristianos, había una fuerza que podía, en una época que le era adversa, como la de las persecuciones, la del paganismo, la de una cultura pagana y, diría, muy mundana (sabemos muy bien cómo era la vida de Roma en los primeros años de la era cristiana), había esta fuerza que podía animar una cristianización que se difundía, no solo entre las personas y las familias, sino que llegaba hasta naciones enteras. Ciertamente, cuanto más aumentaba la cantidad de la cristianización, más decaía la calidad de la misma.

Ciertamente nosotros hoy, en los países de la vieja cristiandad, sobre todo en los países de Europa, advertimos el agotamiento de nuestro cristianismo interior, de lo que debería ser el fruto de nuestro Bautismo. El Bautismo es el Sacramento que contiene todo el proyecto de la vida cristiana, no es el único sacramento, pero es el Sacramento de iniciación y del fundamento y, sabemos bien, que un edificio crece según sean sus fundamentos.

Se habla mucho y también se lee con frecuencia que el Bautismo, nuestro Bautismo debe durar toda la vida, quiere decir, que debe producir frutos durante toda la vida… Muchas veces vemos en nuestros ambientes, en nuestros países, en nuestra sociedad tradicionalmente cristiana, todo lo contrario, lo vemos, incluso, en Roma. Estamos viviendo en un período de descristianización; parece como si los creyentes, los bautizados, no estuvieran lo suficientemente maduros para oponerse a la secularización, a las ideologías que son contrarias, no sólo a la Iglesia o a la religión católica, sino a la misma religión en general, son ateas, más aún, antiateas. Vosotros con vuestro Camino Neocatecumenal tratáis de rehacer, en los diversos ambientes, lo que ha sido destruido. Tratáis de rehacerlo en la comunidad, en las personas, de un modo más auténtico, que se acerca a la experiencia primitiva. Yo veo así la génesis del Neocatecumenado, de vuestro Camino: uno -no sé si Kiko u otros- se preguntó: ¿de dónde venía la fuerza de la Iglesia primitiva? y ¿de dónde viene la debilidad de la Iglesia de hoy mucho más numerosa? Yo creo que encontró la respuesta en el catecumenado, en este Camino. Esto es lo que siento viviendo con vosotros algunos momentos.

Os deseo que continuéis en este Camino, que sigáis viviendo todas las exigencias que provienen del mismo, porque no es un camino breve; si se piensa en el Catecumenado misionero a veces parece duro; ¡cuatro años! Vosotros sois más exigentes: ¡el vuestro dura siete años o más! Os deseo, pues, que continuéis siendo siempre exigentes en vuestro camino y sobre todo que continuéis produciendo todos estos frutos, porque en vosotros, en vuestras comunidades se ve, verdaderamente, como del Bautismo provienen todos los frutos del Espíritu Santo, todos los carismas del Espíritu Santo, todas las vocaciones, toda la autenticidad de la vida cristiana en el matrimonio, en el sacerdocio, las diversas profesiones, finalmente, en el mundo. Hace falta ánimo para llevar vuestra experiencia a los ambientes más descristianizados del mundo, para llevarles vuestro testimonio. Esto es providencial porque tales ambientes no se pueden afrontar de otro modo. No se pueden afrontar de otro modo estas comunidades humanas tan destruidas, tan descompuestas, tan lejanas no solamente en la fe, sino en un nivel humano. No se puede hacer esto si no es con una gran experiencia de fe, con una profunda convicción, con una vida penetrada por el Espíritu Santo.

Os deseo estos frutos en esta parroquia que me parece que está basada sobre la experiencia Neocatecumenal. Es un modo, pienso, de reconstruir la parroquia basándose en la experiencia Neocatecumenal. Naturalmente no se puede imponer este método a todos; pero si hay tantos candidatos, ¿por qué no? Es un modo muy auténtico, muy coherente con la misma naturaleza de la parroquia, porque así como cada uno de nosotros crece desde el Bautismo, así la comunidad cristiana crece desde el Bautismo, la Iglesia crece desde el Bautismo; crece en la Eucaristía, sí, pero crece desde el Bautismo; no hay Eucaristía sin Bautismo. Así, pues, la parroquia es una comunidad básica en la Iglesia y puede crecer auténticamente en la experiencia Neocatecumenal; sería como la renovación de la Comunidad primitiva que crecía desde la experiencia Catecumenal.

El Señor os bendiga, carísimos, bendiga vuestras familias, vuestros candidatos al sacerdocio, también a los seminaristas del “Redemptoris Mater”, a vuestros jóvenes y a vuestros hijos, que son numerosos, gracias a Dios. Son una gran esperanza, porque el mundo descristianizado, secularizado, agnóstico, que no cree en Dios, pierde la fe en sí mismo, pierde la fe en el hombre. ¿Cómo se explica la mentalidad antinatalista de las comunidades de las naciones, de los grupos y de ambientes políticos? Todo esto se explica por la falta de fe que hay en el hombre. Esta falta de fe del hombre viene de la falta de fe en Dios; el hombre tiene su dimensión, su principio; este principio está en Dios mismo porque él ha sido creado a su imagen y semejanza y esto nos explica quién es el hombre, cómo puede vivir y cómo puede morir. Hace falta valor para vivir en este mundo y yo veo en este encuentro con estas familias y con estos itinerantes un signo de valor cristiano».