Audiencia privada por el envío de cien familias para la “Nueva Evangelización” 3-1-1991

S. Juan Pablo II

Roma, 3 de enero de 1991 *

«LAS FAMILIAS EVANGELIZAN A LAS FAMILIAS»
Cien familias del Camino Neocatecumenal han sido enviadas por el Santo Padre a veinticuatro naciones de los cinco continentes en el curso de una Audiencia en la cual estaban presentes también ciento diez familias que ya están en misión y otras trescientas dispuestas a partir. Las acompañaban los ciento veinte seminaristas del seminario Diocesano “Redemptoris Mater” y alrededor de diez mil hermanos de las comunidades.
Introducción de Kiko:

«Querido y reverendísimo Padre, venimos ahora de Porto San Giorgio de la tienda que Vd., hace dos años, honró y santificó con su presencia. Hemos estado siete días preparándonos con un retiro de conversión mil cuatrocientos hermanos.

Han venido las familias que hace dos años fueron enviadas a las zonas más pobres de América Latina (a los “Pueblos Jóvenes”, a las barracas de Guayaquil, en Ecuador y a tantos otros sitios …), también a la periferia de Europa, como Hamburgo, y en algunos barrios de Ámsterdam (Holanda), así como a New York (al Bronx) y hemos visto juntos un poco su experiencia: todos vienen con los ojos llenos de la luz, del amor, de la ternura de Nuestro Señor Jesucristo que ha estado cerca de nosotros en medio de tantos sufrimientos y que nos ha ayudado muchísimo. Todos han decidido volver: han contado experiencias impresionantes y cómo Dios los ha probado y los ha preparado a la misión. En estos dos años de “encarnación” muchos han ido a los países sin conocer la lengua, por ejemplo en Japón, y lo hemos hecho así, justamente, para ir como los últimos (uno que no conoce la lengua es un pobre). Y, efectivamente, ha sido muy eficaz porque la gente que estaba a su alrededor daban bienes a estas familias, han venido a su encuentro, les han ayudado y ha sido más fácil su misión, haciendo presente el misterio inmenso de la Familia de Nazaret. En muchas partes, estas familias han comenzado a dar catequesis, han podido anunciar a Jesucristo y se han formado pequeñas comunidades cristianas, con gente pagana, como en China (Taiwán) en una aldea completamente pagana. Ha nacido una pequeña Comunidad de once personas con cuatro catecúmenos.

Ahora tenemos tantísimas peticiones de obispos, incluso obispos que habían pedido las familias anteriormente y que después de dos o tres años (algunas llevan ya cuatro años en misión) han visto el fruto, sobre todo en América Latina de cara a las “sectas”.

Estas familias han ido a zonas en las cuales no había literalmente parroquias, donde no hay Iglesias por falta de clero. Han tenido tanto fruto que los obispos nos piden más familias: tenemos tantas peticiones que hemos debido hacer una pequeña selección. Hemos pedido a las primeras comunidades de España, cuyas familias tienen una preparación suficiente, con más de catorce años de preparación, y se han ofrecido muchísimas. Es algo sorprendente, con sus hijos y dispuestos a ir allí donde la Iglesia lo crea oportuno; allí donde la familia está destruida, ellos están dispuestos a hacer una presencia real de la familia cristiana y nosotros estamos sorprendidos de su generosidad, de este ardor que hay en ellos, porque muchos saben que van, muchos de ellos, al martirio, van en una situación de grandísimas dificultades. Tenemos cuatrocientas nuevas familias que se han ofrecido; nos hemos reunido con los que ya están en misión y con otros itinerantes, el número que hemos tenido es de mil personas.

También están presentes los seminaristas del “Redemptoris Mater” de Roma, para ellos ha sido una preparación maravillosa oír a estas familias, sus dificultades, etc. Hemos estado hasta ayer noche, casi hasta las tres de la mañana. Toda la jornada de ayer la hemos empleado en ver, analizar las “peticiones”. Para poder enviar a las familias hemos pedido una carta oficial a cada obispo y que el obispo se responsabiliza para ayudarle en la casa, etc.

Al final hemos elegido otras cien familias: aquí están los hermanos que ya han sido destinados, que están dispuestos a partir y que saldrán: seis familias para Rusia, a Moscú; cuatro para Bielorrusia; dos para Georgia; dos para Yugoslavia; seis familias nuevas para Alemania (hay ya dieciocho familias pedidas por los obispos); cuatro para Austria; tres para Holanda (para continuar la obra maravillosa que están haciendo en Holanda estos hermanos, solicitados por los obispos); dos para Inglaterra; dos para Francia; después, en Estados Unidos, los obispos han pedido diecinueve familias, en las periferias, sobre todo para comenzar una labor pastoral entre los “negros”, donde la Iglesia Católica encuentra dificultades: de esta manera han hecho peticiones el Cardenal de Washington, de Dallas, de San Antonio, de Texas, etc. En América Central y América Latina, por ejemplo, en Chile, en Colombia (2 familias), otra en Ecuador, dos en Venezuela, tres en México. En Asia: diez familias en Japón; cinco en China nacionalista; en África: cuatro en Zambia; cuatro en Camerún; Costa de Marfil, Etiopía, y en Australia.

En total son ciento cuatro familias con cuatrocientos nueve hijos; todos “pequeñitos”, algunos menos pequeños. Cuando estas familias tienen hijos de quince o dieciséis años hemos pedido a ellos si estaban dispuestos a acompañar a sus padres. Hemos visto, en este sentido, una generosidad enorme en estos jovencitos y cómo quieren el bien de sus padres… Bien, respecto a la misión… hemos oído a las familias que han vuelto: dicen que los primeros evangelizadores han sido sus hijos (en Japón, en China, en Holanda…) en los colegios, en las escuelas, con las mamás… ha sido bellísimo. Estos hijos, digamos que son, la punta de lanza de la Nueva Evangelización hecha a través de las familias. También sus hijos dan testimonio con sus “amiguitos”, llevan a casa a sus amigos… por ejemplo, las familias del Japón encuentran su casa siempre invadida de niños japoneses, amigos de sus hijos, los cuales ya saben la lengua que aprenden rápidamente. A través de sus hijos las familias traban amistad con las otras familias japonesas. Esto facilita la evangelización de estas familias que son todas no cristianas, todas paganas, a las cuales les interesa muchísimo y les impresiona esta forma de “vivir la familia”, ver la mesa como un altar, donde el padre (transmite) pasa la fe a los hijos, el tálamo nupcial es también un altar donde se da la vida a nuevos hijos.

Aparece una nueva cultura, una nueva realidad maravillosa, tanto que nosotros estamos sorprendidos… Padre, no quiero alargarme más, solamente quiero decir que estamos impresionadísimos por el hecho de que todos querían partir: de estas cuatrocientas familias, sólo han podido partir cien, pero todas querían partir. Yo les decía a ellos: pero ¿os dais cuenta? ¿sabéis que vais a zonas pobrísimas y dificilísimas? Todos estábamos emocionados por el ardor, por el deseo de martirio, por la “fuerza” sobrenatural que estaba en medio de nosotros…».

Después de la proclamación cantada de la conclusión del Evangelio de San Marcos, el Santo Padre se ha dirigido así a los presentes:

«¡Queridos hermanos y hermanas!
1. A la luz de la Navidad hemos encontrado al Salvador; hemos contemplado las maravillas que Dios ha obrado; hemos sido invitados a acoger el don de la Salvación y a difundirlo entre nuestros hermanos.
Nace de este abrazo místico con el Verbo encarnado nuestro afán de evangelizar. Un afán tanto más urgente, cuanto que vivimos momentos de difíciles cambios sociales. Nos encontramos, de hecho, como ante un cambio de la historia, proyectado hacia el futuro cargado de expectativas y de esperanzas, pero amenazado por inquietudes y temores, que embisten contra el hombre en su estructura más profunda. El hombre invoca la paz, la serenidad, pide ayuda y solidaridad; tiene necesidad de Amor. Necesita a Cristo.

Es maravillosa la obra de, quienes como vosotros, consagra toda su existencia y todos sus recursos sean físicos como espirituales a la evangelización. Vosotros estáis persuadidos de que solamente Jesús puede colmar las expectativas de las personas, y por esto no dudáis en abandonarlo todo y a poneros de viaje por los caminos del mundo, testimoniando así la presencia viva del Redentor entre nosotros y el poder de su Palabra que salva. Sed agradecidos a la Providencia que os ha elegido y manteneos constantemente a la escucha del Espíritu; perseverad en la oración y en la práctica de las virtudes. Sed mensajeros de la reconciliación y apóstoles de la fraternidad y del servicio. El Señor que os pide una total disponibilidad, os asocia así al misterio de la Redención en el mundo.

2. No puedo dejar de subrayar, con inmensa alegría, que vuestras ansias evangelizadoras os empujan principalmente a las familias. ¿No tiene, tal vez, necesidad la familia en este tiempo de ser nuevamente evangelizada para que descubra su función de célula primaria en la comunidad cristiana, Iglesia doméstica, al interior de la cual sea posible vivir la primordial experiencia del encuentro con Dios? ¡Cuánto se resiente la situación actual de la crisis de las familias! No es fácil pensar en un futuro mejor si el hogar doméstico no vuelve a ser un lugar privilegiado de la acogida de la vida y del crecimiento de la persona: escuela de sabiduría humana y de formación espiritual. Con ánimo alegre saludo entre vosotros a los numerosos núcleos familiares que se encuentran ya en misión en las zonas más descristianizadas del planeta; saludo, también, a las parejas que se preparan para partir. ¡Sí, las familias evangelizan a las familias!

Que el Señor os pueda hacer, por todas partes, instrumentos de su misericordia; que os acompañe siempre su gracia.

Entrego con gusto el crucifijo a cuantos están llamados a hacerse presentes, itinerantes al servicio del Evangelio, en otros países. Fiaos de Dios y, resistiendo cualquier dificultad, haceos ‘embajadores de Cristo, como si Dios os exhortara por medio de nosotros’ (2 Cor 5,19). Vivís en cordial obediencia y filial comunión con los Pastores, siendo miembros de un cuerpo vivo: la Iglesia. Son ellos los que os invitan y os acogen. Es a ellos a quienes debéis manifestar docilidad y confianza; es, de sus directrices, de donde os viene participada la voluntad del Señor en orden a vuestra misión especial.

La tarea que os espera -la Nueva Evangelización- pide de vosotros que presentéis con nuevo entusiasmo y con métodos renovados el eterno e inmutable contenido del patrimonio de nuestra fe cristiana. No se trata -vosotros lo sabéis muy bien- de presentar una doctrina, sino de encontrar de un modo personal y profundo al Salvador. Invoco a María, la Madre del Redentor, para que os asista en este camino; a Ella, Estrella de la Nueva Evangelización, confío a cada uno de vosotros, vuestras comunidades y a todos los que encontréis.

Ahora, en el nombre del Señor, os exhorto a partir con ánimo y que seáis por doquier testimonios ardientes del Evangelio. Os bendigo de todo corazón». «Esto que he dicho era una respuesta a su bella y realística ‘cristianamente y neocatecumenalmente’ introducción. Las introducciones tienen que tener siempre una continuación: eso lo tenemos ahora aquí en el Aula Pablo VI, pero después la tenéis que continuar en vuestros caminos de familias itinerantes, en las familias evangelizadas profundamente en el Neocatecumenado que abraza toda la vida humana, abraza la vida de la familia evangelizada o evangelizante.

Os deseo buen camino: ¡el Papa itinerante, a los itinerantes!».

(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 4 enero 1991.