Visita del Papa Juan Pablo II a la parroquia de San Leonardo 22-3-1992

S. Juan Pablo II

Roma, 22 de marzo de 1992

Al comienzo de la Misa, después del saludo litúrgico, el párroco, P. Doménico Paiusco, dio la bienvenida al Santo Padre en nombre de la comunidad:

«Beatísimo Padre:
¡Bienvenido entre nosotros! Gracias por estar con nosotros. La Comunidad parroquial de San Leonardo Murialdo, confiada a la congregación de los Padres Josefinos, se ha preparado a este primer encuentro con su obispo con alegría y entusiasmo mediante la oración personal y comunitaria, y la reflexión para este acontecimiento de fe en los numerosos centros de escucha en las familias. Han transcurrido treinta años desde el comienzo de la parroquia, en marzo de 1958, hasta la consagración de este edificio en 1988. La tarea pastoral actual es la construcción del templo espiritual, hecho de piedras vivas, una comunidad que sea testimonio y signo de Cristo colocado en el barrio, con la doble función de crecer en su interior, para una carga espiritual que sea a su vez capacidad de comunión, de apoyo para todos los que aquí habitan. La población, inicialmente constituida por parejas jóvenes con hijos, se ha mantenido estable y, después de 30 años, está en camino hacia la tercera edad, y la mayor parte de los hijos, formando nuevos núcleos familiares, se han trasladado a otra parte.

Las familias, compuestas por empleados y obreros, muchos jubilados, no sufren la pobreza, sino más bien los problemas inherentes a la ancianidad y a la soledad, y los jóvenes que aún quedan sufren por la vivienda y el trabajo.

Es evidente en muchas familias una escasa formación religiosa, con la consiguiente falta de unidad entre fe y vida, entre el Evangelio apreciado y su conducta.

La labor primaria en la parroquia siempre ha sido la evangelización con la catequesis para todas las edades. Una catequesis permanente de la edad escolar desde los 6 a los l3 años, este año también niños de 3 a 6, para iniciarlos por un camino de fe donde los sacramentos de la Reconciliación, de la Eucaristía y de la Confirmación son etapas privilegiadas. Una catequesis a los adultos para una renovación de la familia. En esto me ayuda mucho la experiencia no única, sino importante de los Neocatecumenales. Desde 1971 hasta hoy han surgido 10 comunidades, con cerca de 400 hermanos que, además de descubrir una fe personal y comunitaria, son realmente sal y levadura para toda la parroquia. Sintiéndose Iglesia, están disponibles para una catequesis con los padres en preparación al Bautismo de sus hijos, con los adultos para la Confirmación, con los novios para el Matrimonio, y con las familias. Cada año veo acercarse a la Iglesia personas alejadas e indiferentes, y familias que tienen dificultades en el matrimonio.

En la parroquia está presente la formación y la animación litúrgica, el servicio de la caridad hacia los enfermos, indefensos, solos, y en especial el carisma de nuestra Congregación, que es ayudar a los chicos y jóvenes con problemas en casas-familia. Finalmente, el oratorio es un lugar de encuentro para chicos, jóvenes y familias. Con mucha dedicación trabaja en él un equipo de colaboradores laicos que, además de formarse, promueven diversas actividades con chicos y jóvenes. En este período la parroquia está comprometida en el «confronto con la ciudad» en el camino sinodal que su diócesis está conduciendo y en el cual se da prioridad a la condición actual de la familia.

Beatísimo Padre: celebrar con usted la Eucaristía, momento fuerte de comunión, marca una etapa importante para sentimos más Iglesia. Su presencia nos alegra porque usted ha venido entre nosotros con su gran corazón de Padre, capaz de amar a los de cerca y a los de lejos. En nombre de los de cerca y de los de lejos, le reiteramos las gracias y le pedimos una palabra iluminadora y de esperanza, que haga más fructífero la perseverancia el encuentro con usted, nuestro Obispo, sucesor de Pedro y vicario de Cristo. Esperamos una palabra que dé a los jóvenes, desorientados por tantos reclamos, una motivación de vida válida, y a los que ya no son jóvenes, la necesidad de ser testigos en su familia y en su ambiente de trabajo. Gracias, Beatísimo Padre».

«Querido Juan Pablo II, Sucesor de Pedro: Bienvenido entre los chicos y los jóvenes de nuestra parroquia y de nuestro centro juvenil y social “San Leonardo Murialdo”. Hemos deseado mucho este encuentro para hacer fiesta juntos y para escuchar su palabra de guía, que nos acompaña al seguir las huellas de Jesús, nuestro amigo y salvador. Hoy más que nunca estamos todos: pequeños, jóvenes, chicos, junto con los cooperadores laicos josefinos que trabajan en la obra de formación humana y cristiana de las jóvenes generaciones. Una familia muy unida, como San Leonardo Murialdo deseaba».

Por último, el Papa tomó la palabra y dijo:

«Alabado sea Jesucristo.
Comienzo con esta palabra dirigida a Jesucristo de parte de todos nosotros porque he seguido la presentación que se ha hecho antes y se ve que aquí en algún sentido sois diferentes: no solamente por los chicos de la escuela de la catequesis sacramental, de los scout, sino también por las distintas nacionalidades. Y hay también itinerantes. Se siente toda esta diversidad, pero al mismo tiempo se siente una unidad, una comunión, una comunidad. Esta comunidad de chicos, de jóvenes, de niños se hace a través de Jesucristo.

Él es el centro alrededor del cual todos somos una cosa sola. Este es su misterio. El misterio de Jesús, el misterio del Hijo de Dios hecho hombre, es este: que Él, haciéndose hombre, ha constituido un centro de comunión, de comunidad para personas distintas, para ambientes distintos, para pueblos diversos. Esto se ha visto desde el comienzo de la Iglesia, desde la primera comunidad cristiana de Jerusalén, y luego a lo largo de los siglos, cuando los apóstoles salieron de Jerusalén para ir a los distintos países del mundo a predicar el Evangelio a los diferentes pueblos y estos pueblos diversos constituían la misma Iglesia.

¿Qué es la Iglesia? Es Cristo vivo entre nosotros, con nosotros y para nosotros. La Iglesia es Cristo vivo con nosotros y para nosotros, siempre y en todas partes. Al mismo tiempo, la Iglesia somos nosotros reunidos alrededor de Jesucristo, de su Evangelio, de su Cruz y de su Resurrección, todos nosotros unidos en Jesucristo, no solamente alrededor de Él. No somos solamente una agregación, somos una Iglesia, un cuerpo, y así, reunidos en torno a Él y en Él, todos nosotros somos en alguna medida partícipes de su vida divina, somos partícipes de su misión, y esto nos hace una cosa sola, una comunidad, una Iglesia. He hablado así escuchando a los chicos y a los niños, pero están también los padres, los adultos que tienen otras responsabilidades: maestros y profesores. Luego está esta Comunidad Neocatecumenal, que se siente por sus cantos y su entusiasmo. Deseo que este primer encuentro sea una buena introducción en vuestra parroquia. Mediante vuestra comunidad, ya se siente en alguna medida el espíritu de la comunidad parroquial; es un núcleo con el que la comunidad parroquial ha de vivir y crecer y ha de crecer siempre surgiendo de la vida de Jesús y llevando en él la misma caridad que Jesús nos trajo.

Jesús está tan presente entre nosotros que se identifica sobre todo con estos más pequeños, más pobres, que sufren más. Lo dice Él: «Lo que hayáis hecho a alguno de estos, me lo habréis hecho a mí».

Os deseo que viváis la vida de Jesús y que busquéis y alimentéis cada vez más de la vida de Cristo vuestra vida cristiana, vuestra vida humana, vuestra vida divinizada por su presencia y por sus sacramentos. Quiero ofrecer a todos los presentes una bendición introductoria, deseando, como veo escrito en estas pancartas, que se evangelice cada vez más la vida humana en este barrio, y que se empape cada vez más del Espíritu de Cristo». Al final de la celebración, el Papa saludó a los sacerdotes de la Prefectura y a los pertenecientes a la comunidad religiosa muriuldina, en especial a los seminaristas de la comunidad vocacional josefina de la provincia romana de la Inmaculada.

Por último, tuvo un breve encuentro con las fuerzas adultas de la parroquia, presentadas por el Portavoz del Consejo Pastoral, el diácono Giovanni Pennacchio:

«Santo Padre, están aquí presentes todos los miembros del consejo pastoral parroquial y los responsables de las realidades eclesiales de esta parroquia y de las distintas ramas de la actividad pastoral: catequesis, liturgia, caridad y pastoral juvenil. Están presentes también, admitidos por primera vez en el consejo pastoral, los responsables de zona, porque desde este año, para llegar lo más posible a la gente alejada de la parroquia, se la ha dividido en diez zonas, y cada zona tiene su responsable. Además, están presentes los responsables de las diez Comunidades Neocatecumenales, con sus presbíteros y sus catequistas, y las familias de itinerantes en varias partes del mundo: África, Australia y Europa. Estamos aquí para renovar nuestra adhesión y concordia con Pedro, con su enseñanza, con el respeto religioso del que se habla en la Lumen Gentium. Gracias por estar entre nosotros». «Gracias por esta presentación verbal, pero sobre todo personal -respondió el Papa- se ve que vuestra parroquia está aquí en Roma, en esta zona, pero al mismo tiempo se halla en muchos lugares, en muchas zonas, en muchos ambientes, en muchos continentes: fuera de Roma. Es una parroquia misionera, itinerante, Neocatecumenal.

Os saludo a todos: australianos, africanos, franceses, alemanes, polacos, bielorrusos… La Iglesia de Roma -tenéis que saberlo- vive ahora un período de confrontación. Confrontación quiere decir -podemos decirlo- aplicación sobre todo del Vaticano II, sobre todo de la Lumen Gentium y de la Gaudium et Spes. Confrontación con las distintas realidades que caracterizan esta ciudad y esta sociedad romana, importante para el futuro de la ciudad, de Italia y también de la Iglesia. Pero es un confronto en el que la Iglesia es confrontada y a su vez confronta en la fe a través de su fe bimilenaria.

Roma mira a los problemas de nuestro milenio, o mejor, de esta conclusión del segundo milenio. Mira en la fe y trata de comprender estos problemas, aunque son difíciles, aunque a veces contrastan con lo que nos dice la fe.
Mira estos problemas con valentía, porque la Iglesia ha de tener valor. Cristo nos dijo: «No tengáis miedo», y esta es la palabra clave de su misión mesiánica y de nuestra misión apostólica. No tengáis miedo. Os lo digo también a vosotros itinerantes porque sois valientes. A veces oigo que tenéis miedo de alguna realidad que encontráis, que os afronta y que vosotros afrontáis. No tengáis miedo, porque se trata siempre del mismo argumento: “Yo estoy con vosotros”. Esta no es solamente una palabra, es una realidad.

Con una bendición a todos los presentes -los pocos que aún permanecen en Roma en esta parroquia- y a los muchos que están en los distintos continentes».