Audiencia a los jóvenes en preparación al encuentro de Denver 28-3-1993

S. Juan Pablo II

Ciudad del Vaticano – Aula Pablo VI, 28 de marzo de 1993

El Santo Padre ha recibido en Audiencia en la tarde del domingo 28 de marzo a cerca de ocho mil jóvenes comprometidos en el Camino Neocatecumenal, que han animado en el Aula Pablo VI una jornada en preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrará el próximo mes de agosto en Denver. Los jóvenes estaban acompañados por Kiko Argüello y Carmen Hernández. Han asistido al encuentro los Cardenales Pío Laghi y Camilo Ruini, los arzobispos Crescencio Sepe y Maximino Romero de Lema, y los obispos Paul Cordes y Julio Salimei. A los jóvenes, provenientes en su mayoría de las regiones centrales de Italia, el Papa les ha dirigido las siguientes palabras:

«Cuando he visto esta multitud -ciertamente una gran concentración- y cuando he sabido que todos se disponen a ir a Denver, he pensado: “Pero ¿de dónde sacan el dinero necesario estos Neocatecumenales? Tal vez pretenden ir a pie o a nado, pero esto es difícil de pensar…” Sé que habéis estado aquí, en esta Aula, todo el día. No estoy al corriente de lo que habéis hecho aquí durante toda la jornada; no lo he preguntado siquiera. Pero he visto esta última etapa, la presentación de las vocaciones, y se podría decir viendo esto: “Mira cómo Kiko hace las vocaciones”.

Pero, gracias a Dios, no es Kiko quien las hace: es el Espíritu Santo quien las hace -quizá no es esta la palabra correcta, pero, una vez usada, hay que usarla aquí también- es el Espíritu Santo quien hace estas vocaciones mediante estos diferentes medios humanos: mediante todo este movimiento -oh, no movimiento, sino camino- toda esta estructura organizativa es humana, es visible, pero está abierta a la influencia, a la inspiración del Espíritu Santo.

Yo me pregunto dónde está el núcleo de este proceso que, mediante el Camino Neocatecumenal, mediante diversas personas, mediante distintas circunstancias, produce, suscita, inspira vocaciones sacerdotales, a la vida consagrada, religiosa. Estoy convencido de que el punctum saliens, el punto de partida de todo esto es el descubrimiento de la riqueza, de la profundidad divina, sacramental de Bautismo. Nuestra primera vocación es la bautismal. En el santo Bautismo, en este sacramento ex agua et Espíritu Santo, en este renacimiento en la muerte de Cristo por su Resurrección, se hallan todas las vocaciones como en la raíz. Es un descubrimiento profundo, vivido, del Bautismo, que lleva consigo como consecuencia posible, o mejor, necesaria, el descubrimiento de la vida como vocación. Aquí se comprende el sentido de la denominación: Camino Neocatecumenal. Existía el catecumenado tradicional en los primeros siglos de la Iglesia y todavía se da en los países de misión, y hace mucho bien a la Iglesia: prepara los cristianos, prepara las vocaciones. Vosotros fuisteis bautizados en vuestra infancia, quizá en los primeros días de vuestra vida. El catecumenado ha de venir después para descubrir las riquezas del santo Bautismo, de estas riquezas divinas y también humanas, que son muchas. Las presentó San Pablo, especialmente en la Carta a los Romanos, pero hoy se podría escribir un comentario mucho más extenso, mucho más detallado, de estas riquezas que son propias del Bautismo, que son riquezas divinas humanas a la vez. Una de estas riquezas es que el Bautismo no es estático. Se podría ir una vez, y basta. Se va en un momento de la vida, y basta. Se registra en los libros parroquiales, y basta. En cambio, no; no es estático, es dinámico: provoca un camino de la vida cristiana. Pero este camino puede permanecer descubierto. Vuestro Camino Neocatecumenal ayuda a descubrir el camino bautismal -el Camino que comienza con el sacramento del Bautismo- y que ha de llevarnos a cada uno de nosotros a una vocación, ante todo a la vocación cristiana universal. Ya ser cristianos es una vocación estupenda, y además sabemos que, dentro de esta vocación cristiana que es de todos los creyentes, de todos los bautizados, hay distintas vocaciones.

El Matrimonio, ciertamente, es sacramento y vocación. Si se le considera con otras categorías, no es un modo de tratar suficiente, no es el modo de tratar propiamente cristiano: el matrimonio es una vocación grande: sacramentum magnum, como decía San Pablo en la Carta a los Efesios. Pero hay una economía en la Iglesia, una ceremonia sobrenatural, las vocaciones son ordenadas a partir de la Iglesia. A partir de la Iglesia, son necesarias, indispensables, estas vocaciones que hemos visto presentar hoy. Son indispensables, y nosotros sabemos bien qué indispensables son los sacerdotes en la Iglesia, y qué indispensables son, desde otro punto de vista, las personas consagradas, las religiosas, los religiosos, contemplativos y apostólicos; todos son activos en cierto modo y todos son contemplativos en cierto modo; que son indispensables para hacer que vivo todo este organismo que es la Iglesia. Brevemente quería haceros un pequeño comentario a esta asamblea de hoy, a esta preparación vuestra al encuentro de Denver. Hacéis bien preparándoos, porque debe ser una gran experiencia de la fe, de la fe bautismal, esta de Denver, como lo han sido las anteriores Jornadas Mundiales de la Juventud: Roma, Buenos Aires, luego Santiago de Compostela y última Czestochowa.

Os deseo que prosigáis a lo largo de este Camino que habéis descubierto gracias al Camino Neocatecumenal, este camino de la vida cristiana, de la vocación cristiana, que es propia de cada uno de nosotros, y os deseo que prosigáis por este camino de la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada que habéis descubierto gracias a este Camino Neocatecumenal. Y os deseo que vayáis a Denver; aunque no tenéis muchas riquezas, encontraréis la manera. No sé cómo, pero la encontraréis. Camino significa también viaje: os deseo, pues, ‘buen viaje’».