Audiencia a obispos de África 31-1-1994

S. Juan Pablo II

Ciudad del Vaticano – Sala Clementina, 31 de enero de 1994

«Cien años después de la primera evangelización, fecundada por la sangre de los mártires y por el testimonio de muchos misioneros, África espera nuevos santos que lleven el Evangelio encarnado en ellos, nuevos evangelizadores con los cuales Cristo Resucitado actúe confirmando su palabra». Lo ha subrayado Juan Pablo II a los Cardenales y obispos de 30 países africanos que participan en un Congreso promovido por el Camino Neocatecumenal. Durante el encuentro, que tuvo lugar en la mañana del lunes 31 de enero en la Sala Clementina, el Santo Padre pronunció el siguiente discurso:

«¡Venerados hermanos en el episcopado!
¡Queridísimos hermanos y hermanas!

1. Os acojo con alegría, queridísimos Cardenales y obispos de 30 naciones africanas, junto con los iniciadores del Camino Neocatecumenal y numerosos catequistas itinerantes que en el continente de África trabajan por el Reino de Dios. La paz sea con todos vosotros. En los umbrales del tercer milenio cristiano, os habéis reunido en Roma para pedir al Señor un nuevo impulso misionero con miras a la Asamblea del Sínodo de los Obispos de África, que será celebrada el próximo mes de abril. También en vuestro continente, joven y dinámico, la Iglesia espera con ansia una acogida más amplia y más profunda de las riquezas teológico-pastorales redescubiertas por el Vaticano II. La humanidad de hoy necesita un testimonio que toque el corazón. Sólo así nacerá el hombre nuevo. Sólo así no existirá ni el judío ni el griego, ni el esclavo ni el libre, ni hombre ni mujer, ni blanco ni negro (cfr. Col 3, 10s; Ga 3, 28). El hombre nuevo supera la religiosidad natural, su miedo a lo divino y la continua tentación de venerar a Dios con el sólo fin de obtener una vida fácil y segura. El hombre “naturalmente” religioso no conoce aún la dimensión profunda del Cristianismo.

El continente africano está viviendo, a este respecto, un momento de alcance histórico. Y esto representa para vosotros un “tiempo favorable”, largamente esperando y preparado, en el cual las comunidades eclesiales son llamadas a manifestar en plenitud su “caminar juntas”. La inminente reunión ciertamente constituye un acontecimiento providencial, que se inserta en la prometedora estación pastoral de la Nueva Evangelización.
También África necesita un itinerario catecumenal que sobrepase la religiosidad natural y conduzca a la verdadera fe. En la Iglesia de los primeros siglos sucedió eso con los pueblos de la cuenca mediterránea, férvidos también de una religiosidad natural y al mismo tiempo dispuestos a acoger el mensaje evangélico. El Evangelio siembra en el corazón del hombre la charitas, el amor como Cristo nos ha amado, el amor divino, el amor total, el amor al enemigo como hizo Jesús, que dio su vida por nosotros cuando éramos enemigos de Dios (cfr. Rm 5, 10). El amor, que hace de hombres distintos una sola cosa, para que el mundo crea que Jesucristo es el enviado del Padre (cfr. Jn 17). Cien años después de la primera evangelización, fecundada por la sangre de los mártires y por el testimonio de tantos misioneros, África espera nuevos santos que lleven el Evangelio encarnado en ellos, nuevos evangelizadores con los cuales Cristo Resucitado actúe confirmando su palabra (cfr. Me 16, 20).

2. ¡Venerados hermanos en el episcopado! ¡En cuanto obispos, sois ante todo “apóstoles”, enviados a anunciar la Buena Nueva! Sois los primeros responsables del anuncio de Cristo en la Iglesia. Tal responsabilidad comporta esencialmente dos atenciones fundamentales: la primera, que Cristo sea anunciado; la segunda, que el anuncio, por así decir, “tome cuerpo” en la vida concreta de la gente. Tocamos aquí un nudo central de la pastoral: el de la llamada inculturación de la fe.

La evangelización, en efecto, se renueva allí donde Cristo es anunciado con el poder del Espíritu y al mismo tiempo con sincero amor hacia el hombre y su historia. Pues bien, entre los instrumentos providenciales de esta inculturación está también el Camino Neocatecumenal. Veo con alegría que en muchas de vuestras diócesis, en culturas diversas, como en Zambia, en Zaire, en Costa de Marfil y en otras naciones, produce sus frutos. Se han formado pequeñas comunidades en las cuales la familia es sostenida y ayudada en su misión fundamental de proclamar a Cristo llevando la Cruz de la salvación en Él.

3. El Pastor, enviado a discernir y valorar los dones dispensados para el crecimiento de la comunidad, vigilará, en especial, para que se planteen de modo oportuno la relación entre el kerigma y la cultura local y la relación entre las comunidades parroquiales. Es ante todo deber del obispo orientar las opciones de fondo en el Camino Neocatecumenal, el cual, habiendo nacido y habiéndose desarrollado en ambientes europeos y latinoamericanos, necesita la guía de iluminados pastores africanos o de expertos misioneros para ser adaptado a las exigencias particulares y misioneras de las distintas naciones.

Respecto a las relaciones intraeclesiales entre las Comunidades Neocatecumenales y la parroquia, la Providencia os sale al encuentro, queridos hermanos, justamente mediante la experiencia sinodal. “Sínodo”, de hecho, significa “camino hecho juntos”. El cristianismo, según la primitiva denominación, es él mismo el “camino”. El itinerario Neocatecumenal, que ha elegido este bonito nombre de “Camino”, se pone al servicio del redescubrimiento del “camino” del Evangelio ante todo para los que están alejados. Por tanto, puede ser valorado para la edificación de una parroquia capaz de formar adultos firmemente injertados en Cristo, en su palabra y en sus Misterios. Pienso en las exhortaciones del apóstol Pablo a los Tesalonicenses: “No apaguéis el Espíritu” (1Ts 5, 19) y a los Corintios: “Hágase todo para edificación” (1Co 14, 26). Es necesario “caminar juntos”, armonizando las comunidades y los grupos eclesiales en orden al crecimiento de toda la comunidad parroquial bajo la guía del párroco y de sus colaboradores.

El Camino Neocatecumenal, bien insertado en el plan pastoral de la comunidad, en armonía con los demás carismas que actúan en ella, contribuirá eficazmente a imprimir a las parroquias el estilo típico de la Nueva Evangelización: estilo hecho de esencialidad y de radicalidad de inmersión en el misterio de Cristo muerto y resucitado y de valiente apertura a las necesidades del hombre contemporáneo.

4. De tal renovada acción misionera la familia es sin duda un sujeto primario en el doble sentido de destinataria y a la vez vehículo de la Buena Noticia. Tal estupenda realidad, que se manifestó enseguida en la comunidad primitiva, ha vuelto a plena evidencia después del Concilio Vaticano II, y representa una verdadera estructura portante de la Iglesia de toda época. ¿No es la familia la cuna natural de los santos? ¿No germinan las vocaciones más fácilmente en un núcleo familiar fiel al Evangelio?

Dentro del Camino Neocatecumenal, numerosas familias, impulsadas por la fuerza de la palabra de Dios y por la participación en los santos misterios, han abrazado con generosidad las exigencias de la misión, ofreciéndoos una ayuda preciosa a vosotros pastores, que buscáis no sólo sacerdotes y catequistas, sino también cónyuges y familias capaces de prestar voz y corazón al mensaje de la salvación. Queridísimos, que os auxilie y acompañe en vuestro esfuerzo misionero María la Virgen del Camino. Ella, que emprendió viaje para ofrecer a su anciana pariente Isabel la plenitud de caridad y de gozo de la que estaba colmada (Cfr. Lc 1, 39-45), haga que vuestro servicio sea generoso y rico en frutos para la edificación de las comunidades eclesiales de África.

Caminad en la fidelidad hacia Cristo y hacia los hermanos. ¡Caminad juntos! Os bendigo a todos de corazón».

Terminado el discurso a los participantes en el encuentro de los obispos de África, el Papa añadió:

«Quisiera ofrecer a todos los presentes la bendición: a los Pastores, a tantos obispos y sacerdotes, y a los representantes del laicado, sobre todo a las familias. Veo muchos europeos, ¡pero sobre todo se ve el color negro! Esta vez en el Camino Neocatecumenal el color negro es un signo de esperanza. Os agradezco la visita y quiero ofrecer una bendición a todos. Antes podemos recitar el Ángelus en latín. Vosotros todavía estudiáis un poco esta lengua.

– Recitación del Ángelus.

¡Ahora siguen los cantos! Los cantos son un elemento indispensable en vuestro Camino, sobre todo cuando Kiko está presente.

– Canto: ‘Gracias a Yahvé’».