Encuentro con los salmistas en el patio de San Dámaso 31-3-1981
S. Juan Pablo II
En el patio de San Dámaso. Roma, 31 de marzo de 1981
Más de tres mil cantores-salmistas de numerosas Comunidades Neocatecumenales italianas terminaron ayer por la tarde, en el patio de San Dámaso en la presencia del Santo Padre, el día de convivencia nacional organizada para preparar los cantos de la Vigilia Pascual.
Los cantores-salmistas, reunidos durante todo el día de ayer en un circo de Roma, quisieron tener un encuentro con el Papa para ofrecerle, a través del canto, el signo de un testimonio cristiano y el sentido de su corazón. En las Comunidades Neocatecumenales, más de dos mil en toda Italia, el cantor-salmista es aquel que, aun no teniendo dotes especiales de cantor o una particular sensibilidad musical, consigue interpretar el canto como oración y trasmitir a los otros el sentido de la canción-oración. Ayer por la tarde, guiados por Kiko Argüello, el fundador de las Comunidades Neocatecumenales, ofrecieron al Santo Padre el fruto de su intenso trabajo de preparación ejecutando algunos salmos adaptados a un estilo más moderno y algunas canciones significativas a través de cuya ejecución se proponen hacer vivir, durante la Vigilia Pascual, a los propios hermanos, la verdadera espera de la Resurrección. Fue extraordinariamente significativo a este respecto, la canción interpretada ayer por la tarde para el Papa por un grupo de niños pertenecientes a cuatro Comunidades Neocatecumenales de Roma.
“¿Por qué -preguntaron estos niños cuya edad oscilaba entre los cuatro y los seis años-, esta noche es diferente? ¿por qué todas las noches vamos a la cama pronto, después de haber cenado, y esta noche estamos levantados hasta tarde y todavía no hemos cenado? ¿por qué las otras noches no esperamos a nadie y esta noche estamos esperando a alguien? ¿es que esta noche es diferente de las otras?” Toda la comunidad les responde cantando la alegría de la resurrección.
“Así -explicó Kiko al Santo Padre- viviremos nuestra Pascua junto a nuestros hermanos y junto a nuestros hijos”.
El Santo Padre, terminados los cantos, quiso agradecerles el encuentro tan fuertemente deseado y el testimonio que, con sus canciones, vinieron a traerle.
«Deseo que os preparéis bien a este gran
misterio de la Noche Pascual. La Iglesia -dijo luego el Santo Padre- se
prepara a celebrar la Noche Pascual del Señor, noche de su
Resurrección, durante todo este período de la cuaresma. Lo hace para que
el Señor encuentre nuestros corazones preparados, maduros, maduros a su
misterio, maduros a su amor. Es ciertamente con el testimonio de la
Palabra de Dios y con gestos de amor como debemos madurar para esta
noche y para este amor definitivo que se ha revelado en la Noche
Pascual. Por eso, yo deseo que os preparéis bien a este gran misterio
que está en el centro de nuestra fe, y está también en el centro de la
historia del hombre y del cosmos.
Os he encontrado ya más veces en distintas parroquias romanas y espero
que en estas parroquias colaboréis con los sacerdotes y también con los
obispos en los sectores de la diócesis de Roma, con el Cardenal Vicario,
pues es así como confirmáis vuestro entusiasmo pascual. La Pascua es el
día de la Iglesia. En la Iglesia, en su conjunto, en su vida debemos
buscar un espacio, un espacio auténtico para nuestro entusiasmo
religioso y para nuestro apostolado.
Quisiera agradeceros vuestra visita, todos estos cantos religiosos, muy
bonitos, y cantados con gran fuerza, con gran entusiasmo.
Os agradezco esta visita y os bendigo a todos, bendigo a vuestras
familias y a vuestros niños, a éstos que han tenido también una parte
especial y muy bonita en esta tarde.
Quisiera decir todavía una palabra
especial para todos los que sufren cerca de vosotros: transmitidles esta
palabra, este recuerdo del Papa a todos ellos, pues espiritualmente los
tengo siempre muy cerca, ya que participan de un modo especial en la
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y así participando en el misterio de
su Pasión, nos preparan a su Pascua.
Finalmente quiero bendeciros bendiciendo también a todas las personas
que, en Roma y también en todas las otras ciudades de Italia y fuera de
Italia, son queridas por vosotros».