Visita a la parroquia de Ntra. Sra. de Coromoto 15-3-1981

S. Juan Pablo II

Roma, 15 de marzo de 1981 *

Deteniéndose brevemente con los miembros de la asociación de bochistas, constituida recientemente para ayudar a los ancianos de la zona principalmente, Juan Pablo II llegó de nuevo a la Iglesia donde el párroco le presentó las Comunidades Neocatecumenales que, desde hace algunos años, están insertas en la vida de la parroquia.

«Este es el grupo de hermanos del Camino Neocatecumenal -dijo monseñor Gulizia-. Juntamente con ellos está el equipo de catequistas, procedentes de la parroquia de los Mártires Canadienses, que en enero de 1970 vinieron a nuestra parroquia a iniciar las catequesis para este Camino Neocatecumenal. Han pasado once años, Santo Padre, y podemos decir que, después de varias vicisitudes, sufrimientos y alegrías, este Camino se concretiza, siendo firme su madurez en el camino de la fe y también en el servicio a las necesidades de la parroquia. Están presentes los sacerdotes itinerantes y también un numeroso grupo de catequistas que preparan a los jóvenes para la Confirmación, porque este sector, juntamente con el de la preparación para el Bautismo y con el de las catequesis para los novios, está confiada a estos hermanos. Santo Padre, esta es la realidad de nuestra comunidad parroquial y una de las señales de comunión eclesial para construir el reino de Dios en nuestra parroquia».

La alegría y el agradecimiento de poder encontrar una vez más al Papa que ya, en otras visitas pastorales, tuvo la oportunidad de conocer a las Comunidades Neocatecumenales, fueron expresados en nombre de todos los presentes por Giampiero, catequista en la parroquia de Nuestra Señora de Coromoto.

«Es una gran alegría para nosotros -dijo entre otras cosas- verlo aquí, especialmente después de la homilía que nos ha dirigido hoy”. Terminó con una pregunta: “¿Dónde están los colaboradores del obispo para la evangelización? Pues nosotros estamos aquí para decirle que estamos dispuestos a responder a su llamada. En particular, queremos presentarle la primera comunidad que en breve empezará a ir por las casas, de dos en dos, para anunciar con sencillez y humildad el Reino de Dios, anunciar a Jesucristo a todos los habitantes del barrio.

Es fundamental -dijo todavía Giampiero- anunciar al hombre de hoy la Buena Noticia del Evangelio, el amor de Dios que se manifestó en la Cruz de Jesucristo, mostrándose como aquel que ama a los pecadores. El mundo de hoy ya no cree que es Dios el que toma la iniciativa como con Abraham. El hombre de hoy no cree ya, piensa que es él el que da el primer paso.
Por tanto -dijo el catequista concluyendo- es necesario volver a anunciar a este mundo el amor de Dios. Esto es fundamental anunciarlo, pues de lo contrario todo el Evangelio se pierde si no se anuncia el amor a los pecadores. Pero ¿cómo podemos anunciar esto? ¿cómo podemos ser testigos si no somos enviados? ¿cómo podemos ser enviados si no se ha hecho antes la experiencia de Jesucristo? Entonces es importante abrir, en el interior de la parroquia, un camino donde cada uno pueda ser gestado progresivamente a la fe y donde su fe pueda hacerse finalmente misionera, testimonio frente al mundo».
Después de Giampiero, otros dos catequistas contaron al Papa su experiencia y apostolado en las familias, indicando las dificultades que se interponen al anuncio del mensaje cristiano en esta nueva forma, pero demostrando también el entusiasmo que los anima.

El Santo Padre respondió diciendo entre otras cosas:

«Os deseo que crezcáis en esta experiencia viva de vuestro Bautismo. Vuestros testimonios son siempre muy interesantes porque provienen de una experiencia vivida, vivida interiormente, personalmente, de una experiencia puramente religiosa, evangélica.
Quiero bendecir vuestros grupos y vuestro Camino Neocatecumenal, que es camino vuestro, pero también camino al encuentro de los otros. Bendiciendo a todos los aquí presentes quiero bendecir también a todos aquellos a cuyas puertas vosotros buscáis acogida; acogida para vuestra palabra, para vuestra misión catequética. Os bendigo de corazón y os deseo que crezcáis en esta fe, en esta experiencia viva de vuestro Bautismo. Nosotros, como nos dice también San Pablo, debemos comportarnos un poco como recién nacidos, como niños, y debemos comportarnos de este modo durante toda la vida, porque el Bautismo determina toda nuestra vida con un don, un don incomprensible; el don de la filiación divina; el don de ser semejantes al Hijo de Dios, hijos de Dios, hijos en el Hijo. Esta es la Buena Noticia, el Evangelio. Vivir esto y hacerlo vivir a los otros es extender el Evangelio».

(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 16-17 marzo 1981.