Visita a la parroquia de San Cipriano 22-1-1989

S. Juan Pablo II

Roma, 22 de enero de 1989

El Camino Neocatecumenal, abierto en 1981, es la experiencia religiosa más fuerte entre aquellas, que en este momento, se desarrollan en la parroquia de San Cipriano. A los componentes de las cinco comunidades, con cerca de quinientos hermanos, ha dedicado el Papa el último encuentro de su intensa visita a la misma. «Después de la Misa que ha celebrado aquí, Santo Padre, comenzará una nueva catequización -ha anunciado Claudia, iniciadora del Camino en San Cipriano-.

Esperamos que esta venida de Pedro entre nosotros mueva a muchas personas a querer conocer a Jesucristo. Como nos dice este cartel, Padre, nosotros éramos ciegos, lisiados, alejados. Yo estaba alejado de la Iglesia y hemos conocido en esta Iglesia, como dice la palabra de hoy, la libertad para todos los prisioneros de la angustia, del miedo, de la muerte. Estábamos tan ciegos que no veíamos el amor de Dios en nuestra vida. Agradecemos, Padre, el que haya venido hoy a confirmarnos en nuestro camino».

Intenso y conmovedor ha sido el testimonio del párroco mismo, Monseñor Pierraccini. «Yo he comenzado este camino en 1971, cuando estaba en la parroquia de San Eugenio, ha dicho el párroco. Estaba en un momento de una crisis grande, porque me creía un sacerdote muy bueno, muy inteligente, con éxito. Era un orgulloso, un presuntuoso; ahora veo claramente, pero entonces estaba como ciego. Me encontré en una situación de una crisis grande y de una gran depresión.

Luego llegó este camino, este movimiento, esta catequesis, que vinieron a despertar en mí el abandono a Dios, la confianza de que Dios me quiere tal como soy. A pesar de mis debilidades y de mis pecados, este amor me ha abierto los ojos y me hizo ver con signos el amor que Dios me tiene. Esto comenzó a cambiar mi vida y a darme la paz. Después tuve que dejar la parroquia para venir aquí. Encontré la parroquia más grande, ahora que era adulto, un viejo casi; pero esto es una cosa que día a día hago con gozo y con alegría. Tengo que decir que este Camino se descubre la alegría de estar con el Señor. He visto otra cosa en todo este tiempo: esta forma de predicar el Evangelio atrae a las personas alejadas y las acerca a Dios».

Profundamente conmovido por este testimonio, el Santo Padre dirigió las siguientes palabras a las comunidades:
«Me viene siempre a la mente esta palabra que he introducido como palabra de vida para este Año Mariano y para la Encíclica “Redemptoris Mater”. Esta palabra de María, “¡Dichosa, tú, que has creído en la palabra del Señor!”, repito porque, ciertamente es central en el camino de la Virgen. Sobre esta palabra he basado toda la Encíclica mariana. Esta palabra puede servir para la Iglesia y para los hermanos separados, porque María nos precede en el camino de la fe. Cuando os encuentro, vivo siempre un momento de sorpresa, porque muchos de vosotros decís que venís desde otra orilla donde no se cree, donde no se vive como cristiano, donde, incluso, se niega a Dios y se busca otro programa de vida personal y social. Y, después, han encontrado este Camino.

Ellos han entrado en este Camino y dicen: “hemos encontrado la alegría, hemos encontrado la paz”. Carísimos, vosotros camináis, substancialmente, en el interior de esta parroquia. Caminad, también, en el mundo contemporáneo, este mundo de hoy, muy rico y opulento, avanzado y seguro de sí mismo por sus descubrimientos y sus inventos. Vosotros camináis en este mundo que se cansa al andar. Pienso que el carisma esencial de este movimiento, de este camino, es el de caminar junto con nuestros contemporáneos, con estos hombres ricos y pobres al mismo tiempo; id entre ellos y llevad el testimonio de otro camino, de otra vida, de otra perspectiva. Este es el camino de María, el camino de la fe. Vosotros camináis con Ella a través del mismo camino.

Pensad siempre que vosotros camináis con María, ella camina con todos porque es Madre: con la Iglesia, con la cristiandad, con los cristianos que difícilmente encuentran su unidad con un mundo dividido entre el Oeste y el Este, el Norte y el Sur, pobres y ricos. Vuestro carisma es el mismo de María, caminar en la fe y llevar en la fe, el testimonio a todos, el testimonio de otra posibilidad, de otra auto-realización. El hombre trata de realizarse y no lo consigue. A este hombre se debe testimoniar la realización que María encontró en Cristo. Él es la verdadera autorrealización del hombre. Porque Él dice: “Yo soy el Camino, la Verdad, la Vida”.

Os deseo que continuéis en esta parroquia, en esta vocación y en este Camino».