Audiencia a un grupo de Neocatecumenales alemanes 26-4-1996
S. Juan Pablo II
Ciudad del Vaticano – Sala Clementina, 26 de abril de 1996
Juan Pablo II ha recibido en Audiencia en la mañana del viernes 26 de abril a un grupo de Neocatecumenales procedentes de Alemania. Durante el encuentro que ha tenido lugar en la Sala Clementina, el Santo Padre ha pronunciado las siguientes palabras:
«Queridos hermanos y hermanas:
Os doy mi cordial bienvenida con ocasión de vuestra visita a la tumba de los apóstoles durante este tiempo pascual. Uno de los acontecimientos más impresionantes del Evangelio es la narración del encuentro del resucitado con los discípulos de Emaús. El acontecimiento de Emaús nos quiere decir: a lo largo del camino hay hombres que buscan y que están agradecidos a toda comunidad en camino, hombres que buscan y están dispuestos a escuchar y a aprender.
Nosotros somos eternos peregrinos, siempre en camino; no podemos dejar el camino. En el camino de Jerusalén a Emaús se hace realidad la palabra de Cristo que funda la Iglesia: “Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20).
El nuestro es un Dios que está cercano y no está alejado. Por eso nosotros, en cuanto verdaderos cristianos, somos hombres que caminan con Dios cerca y la meta de nuestra peregrinación terrena es Dios.
Cuando Jesús vio acercarse su muerte en cruz dijo a sus amigos que iba al Padre (Jn 14,28). Solamente a partir de esta meta nuestro camino recibe la verdadera orientación interna y su significado profundo. “Hacer la voluntad de Dios” ha sido para Jesús el único principio de acción y esto le dio una firmeza y una estabilidad inquebrantable.
Actuar según la voluntad de Dios significa, para los laicos en la Iglesia, un múltiple empeño en una sociedad en transformación que se muestra indiferente a la Iglesia. Preocupaos de seguir a Jesús y de verlo presente en aquellos hermanos y hermanas que encontréis en el camino de vuestra vida, o bien id a buscarlos en los lugares de sufrimiento, de abandono y a los márgenes de la sociedad. Llevadles el calor de vuestra humana solidaridad y hacedles sentir la consolación sobrenatural de la fe en Cristo.
Por intercesión de la Madre Divina, vuestra oración a nuestro Dios y Señor os confiera la capacidad de aportar una contribución concreta para la renovación espiritual de este mundo nuestro, a veces tan apagado por falta de ideales.
Para esta misión vuestra pido a Dios protección y asistencia y os imparto de buena gana la Bendición Apostólica».