Visita a la parroquia de San Remigio de Colleverde 9-6-1990
S. Juan Pablo II
Roma, 9 de junio de 1990 *
En el teatro parroquial estaban
reunidas las Comunidades Neocatecumenales con el habitual coro de sus
numerosísimos niños. No han faltado los cantos ni los “asaltos” de los
niños al Santo Padre, el cual, entre otras cosas, como siempre ha
mostrado un gran afecto a los más pequeños.
Massimo, catequista de la parroquia, ha presentado al Santo Padre la
realidad de las Comunidades Neocatecumenales en la parroquia.
El Santo Padre ha respondido así:
«El Bautismo como hoy se le ofrece a los niños es una experiencia que pertenece más que nada a la familia, pero para vivir esta experiencia se requiere una vuelta. Esta vuelta es la que propician las Comunidades Neocatecumenales. Dicen a algunos: ‘tú eres cristiano, debes volver a tu Bautismo, debes prepararte otra vez a este Bautismo que recibiste. Tienes que hacerte catecúmeno y tener, con este catecumenado, una experiencia del Bautismo que recibieron los primeros cristianos, que tuvo San Pablo’. Son maravillosas las palabras de San Pablo sobre el Bautismo. La experiencia cristiana es, ante todo, experiencia del Bautismo y ella nos lleva hacia todos los sacramentos, sobre todo a la Eucaristía.
La Eucaristía es el sacramento más vivido en la práctica en la vida cristiana parroquial, es una experiencia vivida también por los niños que se preparan a la Primera Comunión. Existe una preparación, un profundizar y se experimenta bajo las especies del pan y del vino, es decir, en la Eucaristía, lo que Cristo nos ha dejado en ella: así mismo como don, como comida. Ciertamente, la experiencia cristiana es experiencia eucarística y si ella comienza con las experiencias del Bautismo, este último nos lleva a la experiencia eucarística.
…Es necesaria la experiencia. Podemos
recibir los sacramentos no viviéndolos, no entrando en la profundidad
del misterio que viene celebrado. Es necesaria esta experiencia, este
aspecto experimental de la vida cristiana y estoy contento por todos
estos movimientos que hacen crecer y abundar la experiencia cristiana y
los diversos aspectos de la misma en un bautizado, que le llevan a la
profundidad de la vida cristiana.
Así el hombre se abre a Dios, entiende las proporciones y las
desproporciones, entiende lo que significa la conversión radical,
entiende lo que es el pecado, lo que significa ser justificado por la
gracia, lo que significa el abismo de la misericordia, del amor, de la
Trinidad, del don de Dios. A través de todas estas experiencias basadas
en los sacramentos, está la experiencia de la oración. También la
oración puede ser ritual, privada de una experiencia profunda,
superficial, que se queda en la superficie de nuestros pensamientos, de
nuestro compromiso, de nuestra personalidad. Pero entrando, con la
oración, en una profunda comunión con Dios, la misma oración llega a ser
abundante, extraordinaria, insólita. Se deben profundizar nuestras
oraciones, vivirlas, es necesario hacer una experiencia para no eliminar
lo que es la oración, que quiere ser, lo que Dios nos ofrece a través
de la misma.
Doy gracias a Dios porque en vuestra parroquia se dan estas experiencias, que llevan adelante lo que es esencial para la vida de la parroquia, porque ella no es solamente una estructura administrativa, sino la participación en la vida divina, la participación, a través de Cristo y del Espíritu, en la vida trinitaria».
(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 15-16 junio 1990.