Visita a la parroquia de la Inmaculada Concepción (Tor Sapienza) 7-3-1982
S. Juan Pablo II
Roma, 7 de marzo de 1982
Presentación de las comunidades por el párroco don Ricardo:
«Santo Padre: aquí ve usted una maravilla que el Señor ha hecho en nuestra parroquia. Ayer mientras estábamos comiendo con usted, Santidad, le he hablado de esto, sabe la historia: hace 10 años esta parroquia estaba destruida verdaderamente. El Señor ha traído aquí un camino. En este camino hay ahora seis comunidades y estos son los hermanos. Verdaderamente están dentro de mi corazón porque me han convertido a mí el primero (me han convertido, ¿verdad Giuseppe? – ¡Era duro! ¡Duro, durísimo! y aún ahora). Y así el primer año, en el 72, nació la primera comunidad (poneos en pie la primera comunidad) y luego cada año una comunidad. Estos, Santo Padre, desde el año pasado van casa por casa anunciando a Jesucristo y llevando la paz. Llaman a la puerta, se presentan en nombre del párroco y van anunciando la Vida Eterna, porque la gente no cree en la Vida Eterna; y van anunciando el perdón de los pecados, porque la gente, desgraciadamente, no cree que Dios perdona los pecados, sino que piensa que Dios es injusto, que castiga. Bien, éstos son los hermanos de la comunidad y entre ellos hay muchos catequistas de la confirmación y de la primera comunión, y hacen también la preparación de los matrimonios que van a bautizar a sus hijos, yendo a sus casas.
Luego, inmediatamente después, nació la segunda comunidad a los dos años. Están en el momento del camino en que dentro de poco comenzarán a rezar el Oficio Divino, comenzarán a rezar también ellos los laudes todas las mañanas; están en ese momento del camino. Entre ellos hay muchos catequistas de la Confirmación, y algunos de la Primera Comunión. Tienen muchos hijos y esperamos que de entre ellos surja algún presbítero que continúe la misión de Jesucristo, como hace usted como sacerdote signo de Cristo cabeza de la Iglesia. Luego nació la tercera comunidad unos años después. Están ahora en un momento del camino haciendo un escrutinio en que el Señor les concederá la gracia de dar un signo concreto de abandonarse completamente a Dios, y no ya solamente al dinero y a los bienes de este mundo. También aquí hay algunos que dan catequesis en la parroquia, en la catequesis sacramental. La cuarta comunidad nació el año pasado de la unión de dos comunidades, porque eran demasiado pocos, y ahora están unidas las dos. También aquí hay algunos que dan catequesis. Y este año hemos tenido el don de dar catequesis y han venido 90 personas todas las noches, es decir, dos veces por semana durante dos meses.
Luego han hecho una convivencia y han nacido dos comunidades porque eran muchos, 80 personas. Entonces hemos tenido que dividirlos en dos comunidades: la 5ª “alfa” y la 5ª “omega”. Entre éstos, Santo Padre, más de la mitad eran alejados de la Iglesia completamente. Muchos, además se habían metido en política, marxistas algunos. Pues bien, el Señor les ha concedido la gracia, a través de este camino, de redescubrir la Iglesia, de ver como sólo Jesucristo verdaderamente puede anunciarnos el bien. El mundo nos anuncia toda clase de bienes, toda clase de ventajas; pero sólo Jesucristo puede darnos la Vida Eterna. Yo quisiera que ahora, brevemente, sea nuestro catequista, que hace 10 años trajo el primer anuncio y ahora está casado y ha sido itinerante en Inglaterra y en los Estados Unidos, quien diera su experiencia, y luego la diera el responsable de todas las comunidades, que es César, que tiene 3 hijos».
Se levanta luego Giuseppe Genarini, catequista itinerante:
«Santo Padre: sólo quería decir dos palabras. Estoy contento por esta visita. Vine aquí a dar las catequesis de la primera comunidad hace 9 años. Pero los caminos del Señor son verdaderamente increíbles porque piense, Padre, que yo antes de hacer este camino hace 15 años, era marxista, me había alejado de la Iglesia. Estudiaba a Hegel, Marx sobre el que había hecho una tesis, y venía a este mismo lugar, aquí a Tor Sapienza -cerca de aquí hay una fábrica, la Voxson, donde hay muchos obreros- venía a predicar la violencia, venía a invitar a las personas a rebelarse contra la injusticia y a luchar. Y he visto la misericordia del Señor que me ha rescatado de este mi gran extravío en el que estaba; quién sabe dónde habría terminado. Me ha hecho encontrar un camino en mi parroquia (que es la de San Luis Gonzaga), me ha hecho iniciar un camino con unos hermanos y me ha hecho volver a la Iglesia, me ha hecho redescubrir la Iglesia. Yo no entendía qué eran los obispos, el Papa, eran realidades que me resultaban lejanas: sentía incluso hostilidad porque tenía todas las ideas del mundo. A través de este camino el Señor me ha devuelto la Iglesia, me ha llevado a amar a mi párroco, a tener un sentimiento de gratitud hacia él por haber permitido este camino en mi parroquia, que me ha rescatado de este terrible extravío en que me encontraba. Me ha llevado a amar a la Iglesia, a los obispos, al Papa; a sentir que toda la Iglesia es mi madre que me está llevando a la Vida. Y me ha hecho encontrar a Jesucristo. Me ha hecho también, Santo Padre, descubrir la liturgia. Me ha hecho descubrir cómo verdaderamente la Iglesia es como una madre que me alimenta con un Pan que es el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo».
Se levanta después a hablar César, responsable de la Primera Comunidad Neocatecumenal de la parroquia:
«Santo Padre, me llamo César, estoy casado y tengo 3 niños. Tengo mucho
miedo… También yo, Padre, si hace cerca de 10 años no hubiese encontrado
este camino, no sé lo que estaría haciendo ahora. También yo vengo del
marxismo, militaba en la extrema izquierda en los movimientos del
magisterio, hacía sociología porque pensaba que en esta generación hacía
falta la justicia. Entrando en este camino he descubierto la verdadera
justicia, que es el perdón de los pecados. He descubierto en esta
Iglesia, a la que siempre había juzgado, la vida, y veo que el Señor me
está haciendo descubrir la vida junto con estos hermanos, no como una
cosa para mí sino para que esta vida sea anunciada a esta generación que
está sufriendo, Padre. Yendo por las casas, con mis hermanos, vemos que
esta humanidad no tiene esperanza y la única esperanza puede venir del
anuncio del Evangelio, puede venir al ver un germen de vida. Nosotros
vemos cómo en esta parroquia el Señor nos está bendiciendo, cómo están
llegando muchos alejados, gente destruida por la droga, gente que ya no
tenía ninguna esperanza, matrimonios destruidos».
Discurso del Santo Padre:
«Tal vez debería decir primero una
palabra sobre vuestro párroco. Sí, yo creo que el párroco, como todo
sacerdote, debe ser siempre uno de nosotros; y él lo es. No solamente
él, pienso yo… sino que lo veo más que a los otros. También aquí en este
ambiente. Uno de nosotros. Después otra cosa: se cree que decir a un
párroco que está enamorado es una contradicción. Pero yo digo: debe
estar enamorado; y yo veo que él está enamorado, enamorado de todos los
grupos pero quizá con un cierto “más” de vuestro grupo. Esto podría
crear también un cierto particularismo, ¡pero no! yo lo observo porque
es bastante transparente. Me parece que él (el párroco), a
través de vuestra comunidad, está enamorado de toda su parroquia. La
parroquia es más grande que vuestra comunidad, pero Jesús nos ha situado
así. Él nos ha hablado de levadura, la masa y la levadura.
La levadura es siempre una parte, una cosa pequeña, y la masa es la masa pero se precisa la levadura.
Creo que vuestro párroco y sus colaboradores han encontrado un poco, en vuestra comunidad, esa levadura. También la he visto en los otros grupos, pero tal vez en el vuestro de un modo especial. “Ha hecho el camino” como se dice en vuestra lengua. Tenéis un lenguaje, os conozco ya un poco, os he encontrado en distintas parroquias de Roma; quizá también fuera de la parroquia, pero sobre todo en las parroquias. Me parece que vuestra comunidad aquí, en esta parroquia, está muy bien organizada, crece junto con la parroquia. Y viendo, tal vez gracias al párroco y junto con el párroco, las dificultades de esta parroquia, como nos ha dicho, lo que había, o más bien, lo que no había hace 10 ó 5 años; viendo todo eso, toma conjuntamente estos compromisos apostólicos.
Pero lo que es más significativo,
especialmente significativo, para vuestras comunidades en general y para
vuestra comunidad aquí, se podría reducir a dos palabras. Una palabra
es fundamental y, cuando se escucha a uno del grupo catecumenal, esta
palabra se repite siempre, el descubrimiento. Es siempre una gran cosa
descubrir: cuando se descubre algo en la ciencia, cuando se ha
descubierto un nuevo continente, como Cristóbal Colón.
Pero es seguro, es cierto, que todos esos descubrimientos de orden
físico, de orden de las cosas, no son comparables con los
descubrimientos del orden espiritual. Para vosotros “el descubrimiento”
es la palabra constitutiva, lo que os constituye; os constituye a cada
uno de vosotros y luego como comunidad. El descubrimiento de la realidad
que es el Bautismo en cada uno de vosotros, porque es verdaderamente
una realidad espléndida; una realidad estupenda incluso si se toma en el
sentido teológico. Si se siguen las palabras de San Pablo, sus cartas,
en una realidad estupenda incluso si se toma en el sentido teológico. Si
se siguen las palabras de San Pablo, sus cartas, es una realidad
estupenda; si se toma luego en orden existencial, como un modo de ser,
es aún más maravillosa, más estupenda. Entonces el descubrimiento del
propio Bautismo, no el Bautismo en general Sacramento de la Iglesia,
sino mi Bautismo, mi realidad, el don hecho por el Padre Celestial en
Jesucristo a mi persona, fuente de la vida nueva, de la vida divina en
mí, y luego tantas otras cosas. Necesitaríamos hablar largamente, tomar
palabra por palabra los textos de San Pablo y aplicarlos a la realidad
existencial.
Entonces, el descubrimiento, este descubrimiento es tanto más profundo cuanto proviene como afirmación del contrario, es decir de la negación. Se puede decir así que la negación precedente hace la afirmación consiguiente, la afirmación posterior, más fuerte, más profunda. Se puede decir que nosotros encontramos aquí -hablamos con exmarxistas por tanto un poco de dialéctica, un poco de hegelianismo, sólo eso- el sí y el no, el no y el sí. Pero aquí se trasciende, se pasa de un no al sí, y este “sí” se hace mucho más dinámico, mucho más dinámico.
Tenemos un ejemplo espléndido, un ejemplo, digamos, de primer orden: es Pablo que ha descubierto a Cristo, que ha descubierto, podemos decir, su Bautismo. “Ha descubierto a Cristo” quiere decir ha descubierto su Bautismo. Lo ha descubierto después de haber sido un perseguidor, un anticristo podemos decir. Si no un anticristo, un anti-cristiano ya que Jesús dice a Pablo: “¿por qué me persigues? no a mis hermanos, a mis fieles sino a mí”. Entonces la primera cosa, el descubrimiento, es un don de Dios, es una gracia, no se puede explicar de otro modo. Y luego descubriendo su fe, su cristianismo, su “ser cristiano” en este punto de partida, se comienzan a ver todos los otros elementos: una nueva vida, una nueva visión de la vida, todos los elementos de la vida se presentan diversamente. Es un mundo nuevo, porque es así. Nosotros hoy hemos contemplado en la liturgia de Transfiguración: un mundo nuevo.Bien, no quería ser… tengo que ser más bien conciso, así que basta con este “descubrimiento”.
Pero hay aún otra palabra que se repite siempre, cada vez más, en los contactos con los grupos Neocatecumenales: es la palabra “itinerante”, “iter” quiere decir, es bien sabido, “un camino”. Pero aquí es un camino apostólico. Itinerantes quiere decir los que emprenden un camino, comienzan un camino para llevar su descubrimiento.
Entonces, nos encontramos de nuevo sobre las huellas de los apóstoles, de los cristianos, de todos los cristianos de todas las generaciones.
El cristianismo, el Evangelio no es un sistema abstracto que se puede transmitir como abstracto, como deductivo, no. Es un sistema existencial. Se debe ser cristiano convencido, cristiano que ha descubierto el valor de su ser cristiano, de su fe, de su filiación divina, de su semejanza a Cristo; finalmente ha descubierto la realidad de Cristo en sí mismo, ha descubierto su propio Bautismo. Entonces, un hombre así es capaz de transmitir, no solamente capaz sino empujado, y empujado, no puede quedarse callado sino que debe caminar. Es un movimiento, podemos decir, natural: un propulsor que se encuentra dentro y el movimiento que sigue a aquel propulsor. Basta, nada más, sería demasiado largo. Os deseo que continuéis así en esta parroquia, bien organizados, bien organizados en la vida de la parroquia, permaneciendo levadura porque me parece que esta palabra, si se trata de vuestra situación aquí en la parroquia es la más importante; permaneced levadura. Es grande la masa, veinte mil feligreses pienso que casi todos bautizados, y entonces tantos Bautismos, tantos Bautismos a descubrir. Permaneced levadura, continuad como levadura.
Basta, la bendición y a casa. Cantad aún otro canto; cantar para vosotros quiere decir rezar. Podemos cantar juntos el Padre Nuestro una vez, puesto que es algo que también el Papa conoce».