Roma, 22/10/2018

El Camino Neocatecumenal continúa festejando la reciente canonización de Pablo VI, Óscar Romero y otros 5 santos el pasado 14 de octubre. Si hace unos días recordábamos la relación entre San Pablo VI y el Camino, esta vez lo hacemos con San Óscar Romero.

El milagro que ha permitido canonizar al que fuera arzobispo de San Salvador se ha dado precisamente en una familia perteneciente al Camino Neocatecumenal.

En diversas entrevistas concedidas estos días en los medios de comunicación cuentan cómo aconteció todo. En una entrevista en el diario Avvenire, el marido, Alejandro Rivas, de 42 años, cuenta que “cuando vi a mi mujer Cecilia, afectada por una enfermedad rara llamado síndrome de Hellp, acostada e inmóvil, su cuerpo perforado por 14 tubos, entendí que la había perdido”. “El mismo especialista había admitido que no había nada qué hacer”.

Fue Rivas el que en una larga noche después de haber visto cómo Cecilia perdía la vida, se dirigió a monseñor Romero. “Eran las dos de la mañana y no podía dormir. De casualidad encontré la Biblia de mi abuela Rebeca y, entre las páginas había una foto de Romero. Ella le era muy devota. Cuando era niño me hablaba siempre de él. Después, por desgracia, las mentiras ‘sobre el arzobispo guerrillero’ con las que martillaron a mi generación, me crearon un prejuicio inconsciente contra él. En la práctica he iniciado a descubrir a este gran salvadoreño después de la beatificación”.

Aquella noche, a Alejandro le regresaron a la cabeza las palabras de su abuela. “Entonces recé”: ‘Se que amabas mucho a los salvadoreños. Por favor, ahora, intercede por Cecilia’”.

Al día siguiente por la mañana, cuando Alejandro volvió al hospital, descubrió que los órganos internos de su mujer habían vuelto a dar pequeñas señales de funcionamiento. Una semana después, la mujer, ya fuera de peligro, fue dada de alta.

San Óscar Romero, manifestó su aprecio por el Camino Neocatecumenal en El Salvador, en una convivencia de catequistas y responsables de las comunidades neocatecumenales en el Instituto Rinaldi, en noviembre de 1979, cuatro meses antes de ser matado. En la homilía que pronunció al presidir la eucaristía recordó que una de las aportaciones esenciales del Concilio Vaticano II “es la de darle al Catecumenado su puesto de honor que siempre tuvo en la evangelización”.

A su vez, veía en el Catecumenado un instrumento clave para preparar “ese seguimiento de Cristo”, porque “muchos fuimos bautizados y hemos vivido tal vez sin haber escuchado el Kerigma y tenemos nuestro Bautismo pero como en una vida pagana, es necesario y urgente suplir ese llamado que no se sintió antes y que ahora con un Catecumenado bien hecho, viene a ser el encuentro verdadero con Cristo”. 

 “No vamos a negar esta triste realidad de cuantos bautizados que no han escuchado el Kerigma, bautizados solo por un rito, por una costumbre”, afirmó.

 “Creo que en el movimiento Catecumenal se está dando perfectamente este deseo, que es suplir ese anuncio del Evangelio que no le habíamos dado la debida atención, junto con una formación ya sistemática que es la Catequesis”, dijo entonces.

En aquella celebración, el ahora Santo también habló de la importancia del Camino para revitalizar la catequesis y los sacramentos: “Ustedes son elementos muy valiosos, en las parroquias (…), para que logren que se revitalice toda una Catequesis que no consiste únicamente en reflexionar, en aprender de memoria, sino en una Catequesis que oriente hacia el Sacramento y unos Sacramentos que se reciban con plena conciencia, con respeto, con adoración del Señor que se encuentra en esos signos sacramentales. No puede haber, pues simplemente evangelización y, como se decía antes, sacramentalización, sino que las dos cosas; la verdadera evangelización lleva a encontrarse con Cristo en el signo de la Iglesia y de sus sacramentos”.

Por último, manifestó el deseo de que el Camino lleve el catecumenado a todas las parroquias para iluminar la vida de los hombres: “yo les auguro y les pido con todo el corazón como Pastor, que donde quiera que vayan a las parroquias donde están viviendo y extendiéndose, procuren llevar el Catecumenado».

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