Audiencia a catequistas itinerantes 17-1-1994
S. Juan Pablo II
Ciudad del Vaticano – Sala Clementina, 17 de enero de 1994
Juan Pablo II ha recibido en Audiencia en la Sala Clementina a un grupo de catequistas itinerantes del Camino Neocatecumenal. Este es el texto del discurso que el Santo Padre les ha dirigido:
«¡Queridísimos Hermanos y Hermanas en Cristo!
1. Es para mí un motivo de gran alegría encontrarme con vosotros, expertos catequistas itinerantes del Camino Neocatecumenal, que, junto con los iniciadores y los responsables, os habéis reunido para rezar y reflexionar sobre los frutos y las perspectivas de la misión que se os ha confiado, con especial atención al papel de las familias en medio de los pobres. Saludo al Sr. Kiko Argüello, y le agradezco las palabras que en vuestro nombre me ha dirigido; saludo con afecto a cada uno de vosotros. ¡La paz del Señor esté con vosotros!
2. Vuestro “Camino” quiere beber en el espíritu del Concilio Vaticano II, para ofrecer un ejemplo de Nueva Evangelización que da esperanza a la Iglesia en vísperas del tercer milenio cristiano. Mérito vuestro es haber redescubierto una predicación “kerigmática”, que invita a la fe también a los “alejados”, recorriendo un itinerario postbautismal según las indicaciones del Ordo Initiationis Christianae Adultorum, requeridas por el Catecismo de la Iglesia Católica (cfr. n. 1231). En el centro de dicho recorrido hay una fructífera síntesis entre predicación, cambio de vida moral y liturgia. Todo esto se realiza en pequeñas comunidades, en las cuales “la reflexión sobre la palabra de Dios y la participación en la Eucaristía… forman células vivas de la Iglesia, renuevan la vitalidad de la parroquia mediante cristianos maduros capaces de testimoniar la verdad con una fe radicalmente vivida” (Mensaje a los obispos de Europa reunidos en Viena, 12 de Abril de 1993). Estas comunidades ayudan a experimentar la Iglesia como Cuerpo de Cristo en el cual, mediante los signos sacramentales, Dios extiende su acción salvífica a los hombres de cada generación, sobre todo a las familias.
3. Hoy todos reconocen la grave crisis que acomete a la familia y que está en el origen de los males más profundos de la sociedad contemporánea. Precisamente por esto la Iglesia, haciendo propia la iniciativa de las Naciones Unidas, ha designado el año 1994 como el Año de la Familia. Vuestra experiencia de muchos años en el “Camino” os habrá ciertamente enseñado que la pequeña Comunidad, sostenida por la palabra de Dios y la Eucaristía dominical, se convierte en un lugar de comunión, donde la familia encuentra el sentido y la alegría de su misión fundamental de transmitir la vida natural y la sobrenatural. La familia no puede delegar este deber fundamental a otros. Desde los tiempos más antiguos vemos que, en el pueblo de Dios, es la familia la que se propone como primer ámbito de evangelización, según lo que se lee en el Deuteronomio: “Estos preceptos… se los repetirás a tus hijos, les hablarás de ellos tanto si estás en casa como si vas de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Dt 6,7). Vuestras familias redescubren la oración diaria con los hijos y sobre todo la celebración doméstica realizada en el día del Señor, en la cual el padre y la madre abren el Libro Sagrado, lo leen y lo comentan y los hijos pueden abrirse en un diálogo iluminado por el Espíritu Santo. De esta práctica se encuentra un eco en la carta en la que Pablo recuerda a Timoteo como la madre y la abuela desde su infancia le iniciaron en las sagradas escrituras (cfr. 2 Tim 1,5;3,14-15).
4. Por tanto, no es difícil, a la luz de
esto, constatar los frutos del Camino Neocatecumenal: las familias
reconciliadas, abiertas a la vida y agradecidas a la Iglesia, se ofrecen
para llevar el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra.
Yo mismo he podido en otras ocasiones entregar el Crucifijo a familias
que partían hacia las zonas más pobres y descristianizadas. De éstas
están surgiendo ahora muchísimas vocaciones.
Chicas que abrazan la vida religiosa y contemplativa; chicos encaminados
hacia el sacerdocio en los seminarios locales y en los diocesanos
misioneros “Redemptoris Mater”, surgidos para ayudar a las Iglesias que,
dada la escasez de clero, se hallan en grave dificultad. Se realiza así
el deseo del Vaticano II: “Recordamos a los Presbíteros que a ellos les
incumbe la solicitud por todas las Iglesias… Con este fin podrá ser
útil la creación de seminarios internacionales…” (Presbiterorum Ordinis, 10).
5. Pero sobre todo un gran fruto de este Camino es el impulso misionero. Me da alegría saber que las palabras que dirigí a los jóvenes en Denver han encontrado eco en vosotros. Decía entonces: «No es hora de avergonzarse del Evangelio (cf. Rm 1, 16). Es hora de predicarlo desde los tejados (cf. Mt 10, 27)» (Homilía de la Santa Misa en la Jornada Mundial de la Juventud en Denver, 15 de agosto de 1993). Por esto os estáis preparando para hacer grandes misiones populares, dirigidas especialmente a cuantos se han alejado de la Iglesia o aún no la conocen. Deseo que la iniciativa de anunciar el Evangelio por las calles, desarrollada en pleno acuerdo con los obispos locales, dé por todas partes frutos abundantes.
6. ¡Queridísimos evangelizadores itinerantes! Me dirijo con gran afecto a vosotros, que lo habéis dejado todo para predicar a Cristo y Cristo crucificado en 94 países de los cinco continentes, en dócil y constante obediencia a los obispos. Os exhorto a permanecer siempre fieles al carisma que Dios os ha confiado para bien de toda la comunidad eclesial, contribuyendo con vuestra obra a un más profundo redescubrimiento de la iniciación cristiana de los adultos. Mientras os aseguro mi constante recuerdo en la oración, estoy contento hoy, en un clima de comunión festiva, de entregar el Crucifijo a cuantos entre vosotros están llamados a ser evangelizadores itinerantes. María Santísima, humilde Virgen de Nazaret, os acompañe en vuestro peregrinar por el mundo para anunciar el Reino de Dios. ¡Permaneced todos bajo su protección materna! De corazón os imparto a vosotros, a vuestras familias y al Camino Neocatecumenal, la Bendición Apostólica».
En el saludo dirigido a Juan Pablo II al
comienzo de la Audiencia, el iniciador del Camino Neocatecumenal, Kiko
Argüello, recordó ante todo los frutos de la extraordinaria experiencia
realizada por 30.000 jóvenes del «Camino» durante la reunión mundial de
Denver, que tuvo lugar en agosto del año pasado con ocasión de la VIII
Jornada Mundial de la Juventud. Después de aquel encuentro, 1.200 chicos
han decidido entrar en el seminario y mil chicas han optado por la vida
monástica de clausura.
«Desde Denver -ha dicho- se ha producido verdaderamente un giro en la
Iglesia. En Denver ha habido una gracia especial del Espíritu Santo, y
los jóvenes han sido tocados sobre todo por la palabra del Santo Padre».
Kiko Argüello después ha presentado al Papa los responsables itinerantes de 94 naciones de los cinco continentes, que han participado en un encuentro de siete días sobre la realidad del «Camino», sobre los frutos de las familias en misión (400 en todo el mundo) y sobre los seminarios “Redemptoris Mater” (25 ya abiertos en diversos países), cuyos rectores estaban presentes en la Audiencia. Han pasado siete años desde que las primeras familias del Camino partieron en misión para los países más pobres de América Latina. Hoy la obra de evangelización realizada ha producido frutos abundantes en las parroquias, en los seminarios, en las familias, en realidades políticas y sociales difíciles y hostiles a la fe. «Estamos plenamente convencidos -ha dicho Kiko Argüello- de que el futuro de la humanidad pasa por la familia. Creciendo en la fe, las familias se abren a la vida y transmiten a los hijos la novedad y la alegría del mensaje cristiano. A esta importante obra de evangelización el Camino Neocatecumenal ofrece un apoyo constante, sabiendo -ha dicho Argüello- que “la pequeña Comunidad” podrá salvar a la familia en Europa».