Audiencia a los Neocatecúmenos madrileños 23-3-1984
S. Juan Pablo II
Roma, Sala del Consistorio, 23 de marzo de 1984 *
El Papa ha recibido esta mañana en
Audiencia a los miembros de las Comunidades Neocatecumenales de cuatro
parroquias madrileñas. Pronunciando un breve discurso de saludo y
después de haber agradecido la visita a los Neocatecúmenos españoles,
les ha dicho que es un “signo de adhesión al sucesor de Pedro, como
garantía de fidelidad a la Iglesia”, también los ha animado a radicar la
propia vida en la fe recibida de los apóstoles y enseñada por los
Padres de la Iglesia, a fin de que ella sea “la luz que ilumine cada
paso de vuestro camino hacia el Padre”.
He aquí el discurso del Santo Padre:
«Queridos hermanos y hermanas:
Me alegra poder recibir esta mañana vuestro numeroso grupo, compuesto por miembros de las Comunidades Neocatecumenales de las parroquias madrileñas de San José, San Sebastián, Virgen de la Paloma y San Roque.
Al daros mi cordial saludo, quiero expresar también a los componentes de las otras comunidades de vuestras mismas parroquias y de modo particular a vuestros párrocos aquí presentes, que tanto os han ayudado en el encuentro vital. Os agradezco esta visita, que quiere ser, junto a la tumba del primer apóstol, un acto de adhesión al Sucesor de Pedro, como garantía de fidelidad eclesial, y que se inserta en el itinerario de fe que estáis recorriendo. Sé que en el último período habéis dedicado especial atención a estudiar los artículos del Credo, para vuestra formación propia y para poder ayudar a otros cristianos y familias. Por parte mía os aliento a radicar sólidamente vuestra vida en la fe recibida de los apóstoles y enseñada por los Padres de la Iglesia, y que deben ser luz que ilumine cada paso de vuestro recorrido hacia el Padre.
Me alegra asimismo que en vuestro programa de peregrinación a Roma hayáis previsto también la visita a su santuario mariano como el de Loreto, para poner vuestra existencia bajo el amparo maternal de la Virgen María, la Madre de Cristo y de la Iglesia. Ella, que siendo la Madre del Cristo de nuestra fe, fue la primera y mejor imitadora de su Hijo, es un sendero luminoso que conduce hacia el centro del misterio de Jesucristo (cf. Marialis cultus, 25). Ella con su ejemplo nos enseña a entregarnos a la Iglesia, para que se forme incesantemente en los hombres hermanos del mundo actual la imagen de su Hijo. Ella, que con su vida y sacrificio colaboró amorosamente en la obra de Jesús (cf. Lumen Gentium, 60 ss.), quiere seguir enseñándonos el valor de cada hombre y los motivos profundos para amarlos, sin distinción ni reserva. Por ello, acogedla como verdadera Madre, como Maestra, como guía y ejemplo en toda vuestra vida. Porque, lejos de ofuscar la necesaria orientación cristológica de vuestra vida, la facilitará. Con estos deseos os aliento en vuestro camino, para que unidos siempre a vuestros obispos y sacerdotes, y en fraternal comunión con los otros movimientos de espiritualidad y de apostolado debidamente reconocidos, ofrezcáis vuestra generosa aportación a la Iglesia en nuestro momento presente. Así lo pido por vosotros al Señor, a la vez que os doy mi Bendición Apostólica».
(*) Cfr. «L’Osservatore Romano», 24 marzo 1984.