Visita a la parroquia de San Crispín de Viterbo 28-3-1993
S. Juan Pablo II
Roma, 28 de marzo de 1993
Juan Pablo II se ha reunido con las dos Comunidades Neocatecumenales, fruto de 8 años de evangelización en la parroquia de San Crispín. Las palabras de bienvenida las ha pronunciado un joven: Roberto Santoponte.
«Santo Padre:
Están
aquí presentes las dos Comunidades Neocatecumenales fruto de 8 años de
laboriosa evangelización en esta parroquia de nuestro equipo,
proveniente de la quinta comunidad de Sta. Francesca Cabrini en Roma,
donde empezamos el Camino hace 14 años. Los equipos de catequistas de
nuestra comunidad son los que llevan la pastoral del Bautismo y del
Matrimonio en esta parroquia. En nuestra parroquia de origen, este
Camino de redescubrimiento del Bautismo empezó hace ya 24 años, durante
los cuales han surgido 25 comunidades. Las 2 primeras ya han renovado
las Promesas Bautismales delante de Su Santidad en S. Pedro, y de ellas
han partido itinerantes, presbíteros y familias que han catequizado
prácticamente en todo el mundo. En nuestra comunidad muchos llevaban
años y años alejados de la Iglesia, y la maravilla fue redescubrir la
solicitud y la maternidad de esta Iglesia que vino para hacer resonar en
nuestra vida, para muchos de nosotros carente de sentido, la Buena
Noticia del amor de Dios hacia cada uno de nosotros, manifestado en su
Hijo Jesucristo. En el transcurso de estos años, gracias a la escucha de
la Palabra de Dios y a la participación en la liturgia, hemos sido
espectadores de los milagros que Dios ha realizado en nuestra vida y en
la de nuestros hermanos: vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada; matrimonios reconstruidos; familias abiertas a acoger
generosamente la vida, redescubierta como auténtico y gratuito don de
Dios.
Yo, aunque estaba en la Iglesia desde niño, nunca había experimentado la gracia del amor de Dios, sobre todo hacia los pecadores, como he descubierto que soy. Encontrar a Dios en el sufrimiento y en los acontecimientos de muerte que han marcado mi vida ha sido el suceso que ha transformado mi existencia, y la de estos hermanos catequistas junto conmigo, y que nos ha llevado a dar un poco de nuestra vida por el Evangelio, movidos por un sentimiento de gratitud a Dios Padre y conscientes de que, como dice San Pablo, “el amor de Cristo nos impulsa” a hacer que esta Buena Noticia que ha cambiado nuestra vida pueda llegar a todos aquellos que la están esperando y que tienen derecho a escuchar como nosotros. En este barrio hay muchos problemas: droga, marginación, desempleo, pobreza, violencia y muchos jóvenes han perdido el sentido más profundo de su existencia, pero nosotros sabemos que la única solución a estos dramas enormes, la única respuesta a las necesidades más profundas de todo hombre es Jesucristo, muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Estos hermanos son hoy la señal de que esta Palabra es verdad, que es posible llegar a amarse como Cristo mismo nos ha amado, a través de un camino de gestación a la fe, experimentando la propia debilidad, pero, al mismo tiempo, saboreando el amor de Dios y la misericordia de la Iglesia, y nuestra esperanza en el Señor es que sean “los primogénitos de muchos hermanos” que vendrán después de ellos. Gracias a su constancia y al apoyo del párroco don Vicente, que no nos ha abandonado nunca en los momentos más difíciles, hoy está abierto en esta parroquia un camino de vuelta al Padre para muchos hermanos nuestros alejados.
A la Virgen María, inspiradora de este camino, confiamos nuestras aspiraciones y nuestros deseos, y esperamos de Usted, Santo Padre, el apoyo de sus oraciones y el ánimo para proseguir en la obra emprendida, convencidos de que sin el Espíritu de Jesucristo y la comunión con “Pedro” no podemos hacer nada. Dígnese aceptar, al final de este encuentro, este pequeño homenaje, signo de nuestro deseo de unión con Usted, que, como Cristo, nos exhorta a “echar las redes” confiando solo en su Palabra, seguros de que el fruto que brotará será para edificación de toda la Iglesia. Fue significativo el regalo que una joven ofreció al Santo Padre: una escultura que representa a Pedro que echa las redes y mira a Jesucristo: “Esperamos echar las redes al Este, es el deseo de todos nosotros, aunque somos débiles, pobres e inmaduros, pero desearíamos evangelizar”».
“Evangelizar al Este y al Oeste, por todas partes”, respondió el Santo Padre, que luego pronunció el siguiente discurso:
«Ha dicho vuestro representante que don Vicente no os ha abandonado nunca. Demos gracias al Señor de que don Vicente es tan bueno, pero tampoco vosotros habéis abandonado a don Vicente, y esto es importante. Es importante esta comunión con vuestro párroco, con el sacerdote, y a través del sacerdote, con Cristo. He hablado ahora al Consejo Pastoral de la animación porque es cierto que esta parroquia, como comunidad humana y cristiana, necesita una gran animación. Animación es el proceso que hace “coexistir” a los distintos elementos del organismo en una unidad viva.
Y vosotros, de distintas maneras, hacéis esta animación. Cuando se entra en la Iglesia, cuando se celebra la Misa, se puede decir: “Hacen animación con el canto”. Ciertamente he hecho muchas experiencias de las celebraciones en las distintas parroquias y en las diversas Iglesias del mundo: el canto es una animación, da alma a la comunidad orante, creyente. Da alma, y no carecía de fundamento, sino que tenía mucho, lo que dijo San Agustín: “Qui cantat bis orat – el que canta ora dos veces”. “Bis orat” porque hace «orar» a los demás. Pero esta animación propia de los Neocatecumenales está radicada más profundamente. No son sólo cantores, aunque son buenos cantores. Esta animación viene de la raíz misma de nuestra experiencia en Cristo y esta raíz es el Bautismo. Han elegido este nombre «Neocatecumenales» pensando en el catecumenado que ha formado las primeras generaciones de la Iglesia, aquí en Roma y por todas partes. Este catecumenado hacía descubrir a los no cristianos, a los candidatos al Bautismo, el misterio de Cristo, las riquezas insondables que hay en Cristo y que son para nosotros, en las cuales participamos. Y esta participación es plena, el núcleo comienza ya en el Bautismo.
Se ha de volver al Bautismo, todo cristiano ha de volver a su Bautismo para conocer quién es, sí, para conocer quién es Cristo. Quién es gracias a Cristo. Y así cambiar su vida: vida nueva. Nosotros sabemos que esta vida nueva está inscrita muy profundamente en el mensaje cristiano, en las Cartas de los apóstoles y sobre todo en el Evangelio. Una cosa es esta vida nueva como es leída como palabra, y otra cosa es esta vida nueva como es vivida. Es un vivir tremendo, una experiencia tremenda. Esta es vuestra animación más fundamental, la animación hecha a través de este redescubrimiento de las riquezas que hay en Cristo, y que están en nosotros gracias a Cristo, y que el Espíritu Santo da a todos mediante el Bautismo.
Hay también otra riqueza, una animación muy importante que lleváis adelante en el mundo. Este mundo tan resignado que, con todo su progreso, no ve perspectivas y muchas veces no tiene ninguna esperanza: no ama la vida; no ama la vida, esta es la enfermedad profunda de nuestra civilización moderna, occidental, americana, europea. No ama la vida, teme la vida, hace de todo para no dar la vida.
Así que una animación vuestra es la del amor a la vida. Y esta es una animación que va dentro de vosotros, va en vuestras familias, y allí se realiza, animosa, llena de esperanza y llena de alegría porque la vida nueva, los niños dan alegría. Y además es una animación de valentía humana y cristiana. Esto quería deciros, porque os sigo, no siempre de cerca, más veces de lejos, pero os sigo bastante, y pienso que este movimiento, así como muchos otros movimientos, es un gran don del Espíritu Santo a la Iglesia y a la humanidad de hoy. Feliz Pascua, y la Pascua es el punto central de nuestro credo y de nuestra vida».