«Regina Coeli» del Papa Francisco al día siguiente del Encuentro Internacional en el 50 aniversario del Camino Neocatecumenal, 6-V-2018

Francisco

Plaza de San Pedro
Domingo, 6 de mayo de 2018

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este tiempo pascual, la Palabra de Dios continúa indicándonos estilos de vida coherentes para ser la comunidad del Resucitado. Entre estos, el Evangelio de hoy presenta el mandato de Jesús: «Permaneced en mi amor» (Juan 15, 9): permanecer en el amor de Jesús. Habitar en la corriente del amor de Dios, tomar demora estable, es la condición para hacer que nuestro amor no pierda por el camino su ardor y su audacia. También nosotros, como Jesús y en Él, debemos acoger con gratitud el amor que viene del Padre y permanecer en este amor, tratando de no separarnos con el egoísmo y el pecado. Es un programa arduo pero no imposible.

Primero es importante tomar conciencia de que el amor de Cristo no es un sentimiento superficial, no, es una actitud fundamental del corazón, que se manifiesta en el vivir como Él quiere. Jesús, de hecho, afirma: «Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor» (v. 10). El amor se realiza en la vida de cada día, en las actitudes, en las acciones; de otra manera es solamente algo ilusorio. Son palabras, palabras, palabras: eso no es el amor. El amor es concreto, cada día. Jesús nos pide cumplir sus mandamientos, que se resumen en esto: «que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (v. 12).

¿Cómo hacer para que este amor que el Señor resucitado nos dona pueda ser compartido por los demás? En más de una ocasión Jesús ha indicado quién es el otro a quien hay que amar, no con palabras, sino con los hechos. Es aquel que encuentro en mi camino y que, con su rostro y su historia, me interpela; es aquel que, con su misma presencia, me impulsa a salir de mis intereses y de mis seguridades; es aquel que espera mi disponibilidad a escuchar y a hacer una parte de camino juntos. Disponibilidad hacia cada hermano y hermana, sea quien sea y en cualquier situación que se encuentre, empezando por quien está cerca de mí en la familia, en la comunidad, en el trabajo, en la escuela… De esta manera, yo permanezco unido a Jesús, su amor puede alcanzar al otro y atraerlo a sí, a su amistad. Y este amor por los demás no se puede reservar a momentos excepcionales, sino que se debe convertir en la constante de nuestra existencia. Es por esto que somos llamados, por ejemplo, a cuidar de los ancianos como un tesoro precioso y con amor, incluso si crean problemas económicos y dificultades, pero debemos cuidarlos. Es por esto que a los enfermos, también si están en la última etapa, debemos dar toda la asistencia posible. Por eso los no nacidos deben ser siempre acogidos; por esto, en definitiva, la vida debe ser siempre tutelada desde la concepción hasta su ocaso natural. Y esto es amor. Nosotros somos amados por Dios en Jesucristo, que nos pide amarnos como Él nos ama. Pero eso no podemos hacerlo si no tenemos en nosotros su mismo Corazón.

La eucaristía, a la cual estamos llamados a participar cada domingo, tiene el fin de formar en nosotros el Corazón de Cristo, de tal forma que toda nuestra vida sea guiada por sus actitudes generosas. Que la Virgen María nos ayude a permanecer en el amor de Jesús y a crecer en el amor hacia todos, especialmente los más débiles, para corresponder plenamente a nuestra vocación cristiana.


Después del Regina Coeli:

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en Aquisgrán (Alemania), fue proclamada beata Clara Fey, fundadora de las Hermanas del Niño Jesús Pobre, que vivió en la segunda mitad del siglo xix. Damos gracias a Dios por esta diligente testigo del Evangelio, atenta educadora de la juventud desfavorecida.

Invito a rezar por la población de la República Centroafricana, país que tuve la alegría de visitar y que llevo en el corazón, y donde en los días pasados han ocurrido graves violencias con numerosos muertos y heridos, entre los cuales, un sacerdote. Que el Señor, por intercesión de la Virgen María, ayude a todos a decir no a la violencia y a la venganza, para construir juntos la paz.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos, en particular a los procedentes de Oviedo (España), los estudiantes de Vrbové (Eslovaquia) y los monaguillos de Berna. Un saludo especial va dirigido a los nuevos Guardias Suizos, a sus familiares y amigos, en el día de la fiesta de este histórico y benemérito Cuerpo. ¡Un aplauso para ellos!

Saludo a los representantes de la Asociación Meter, que animo a continuar con el compromiso a favor de los niños víctimas de la violencia; como también a los fieles de Piacenza y Borgoricco y las atletas gimnastas de Castelfranco Emilia. He escuchado algunos cantos de los Neocatecumenales… ¡Ahí están! ¡Gracias! Gracias por vuestro trabajo de evangelización. ¡Estáis por todos lados, gracias!

Saludo también a todos los detenidos de la cárcel de Latina que están en este momento unidos a nosotros espiritualmente.

Os deseo a todos un buen domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!