Después de varios años, ha concluido la fase diocesana de beatificación de Marta Obregón, la joven asesinada en 1992 por el llamado “violador del ascensor”. La clausura tuvo lugar el 22 de enero de 2019 en la Facultad de Teología del Norte de España (Sede Burgos). En ella participaron el arzobispo, monseñor Fidel Herráez Vegas; el postulador diocesano de la causa de beatificación, Saturnino López Santidrián; así como el juez delegado para la causa, Pablo González Cámara; el promotor de Justicia del arzobispado, Jesús Manuel Val Ballesteros; y un notario, Rafael Casado García.
La documentación recopilada por la diócesis de Burgos ha sido enviada a la Santa Sede, donde una comisión ya está instruyendo el caso.
Por su interés, reproducimos la siguiente información publicada en el diario ABC de España:
Marta Obregón, la joven burgalesa asesinada por el “violador del ascensor”, pone rumbo a los altares
ABC, 11 /02/2019
Hoy llega al Vaticano la causa para la beatificación de una joven cuya vida ejemplar y su defensa de la virtud avalan un proceso canónico que arrancó en la Diócesis en 2011
MONTSE SERRADOR
“Si yo pudiera dar ejemplo con mi vida…” Son palabras que dejó escritas la joven Marta Obregón sin ni siguiera imaginar que sus deseos se iban a cumplir y, más aún, que años después de su trágica muerte comenzaría un proceso de beatificación para llevarla a los altares. Marta fue asesinada el 21 de enero de 1992 por Pedro Luis Gallego, conocido como el “violador del ascensor”, quien también acabo con la vida meses después de la vallisoletana Leticia Lebrato. La joven burgalesa había pasado la tarde de aquel fatídico día estudiando en un centro juvenil de la capital y, después de dedicar un tiempo a la oración en la capilla, partió hacia su casa. En el portal fue abordada por su asesino.
Apareció seis días más tarde cubierta de nieve, a las afueras de la ciudad, con el cuerpo lacerado por 14 puñaladas y con muestras evidentes de haberse resistido a lo que acabó por ser inevitable.
A quienes acudieron al velatorio no les pasó inadvertido el rostro de Marta, “su dulzura y su serenidad, sólo posible en alguien que ha perdonado”, aseguró un tiempo después la madre de la joven. Unas palabras que confirmó el policía que participó en el caso y encontró el cuerpo inerte: “Es la primera vez que he visto un rostro tan lleno de paz”. Así que años después se inició un camino dirigido a reconocer las virtudes de la joven, su estilo de vida y su trágica muerte tratando de defender la virtud de la castidad. Estaba a punto de acabar la carrera de periodismo, llegó a hacer sus “pinitos” en Burgos e, incluso, tuvo novio, pero, antes de que un desalmado se cruzase en su camino, ya había mostrado su deseo de llevar otra vida bien distinta y pasar algún tiempo de misionera de la mano del Movimiento Neocatecumenal al que pertenecía. La opción de la vida consagrada también estuvo en su cabeza, como dejó constancia en varios viajes al Monasterio de las Clarisas de Lerma.
Hoy, 27 años después de su muerte, llegan al Vaticano 114 documentos (800 folios) del proceso diocesano de beatificación de Marta Obregón, que arrancó en 2011 de la mano del postulador en la causa, Saturnino López Santidrián, que será el encargado de depositarlos en la Congregación para las Causas de los Santos.
Hasta 20 favores
Un trabajo de ocho años en el que se aportan informes que van desde los propios datos biográficos de Marta y las circunstancias de su muerte, hasta testimonios de quienes la conocieron, pasando por las personas que aseguran haber recibido “favores” gracias a la intercesión de la joven, en forma de curaciones o soluciones a complicadas situaciones familiares. Hasta 20 “ayudas” de estas características se aportan en los documentos. Hay que tener en cuenta que en este proceso de beatificación no es necesario que exista un milagro, ya que se busca la confirmación de la vida martirial de la futura beata por lo que, si se logra, se considera que está directamente unida al Misterio Pascual, según explicó Saturnino López.
Sean «favores» o milagros, lo cierto es que en la documentación que hoy llega a Roma se recogen hasta 20 casos de personas que aseguran haber curado de su enfermedad por la intercesión de Marta –se incluye el caso de un niño con un cáncer que derivó en metástasis y que ya lo ha superado– o que han visto una salida a situaciones familiares complicadas, la mayoría con jóvenes y adolescentes como protagonistas.
Pero hay que remontarse a 2007 para, de la mano del entonces arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, encontrar el comienzo de una causa que arrancó gracias a un escrito que recibió de quien la conoció, Montserrat Agustí, amiga de la madre y miembro años después de la Comisión para la Beatificación. El prelado, tras consultar a los obispos sufragáneos de la provincia eclesiástica, pidió permiso a Roma para comenzar con el proceso. En 2010, el fundador del Camino Neocatecumenal, Kiko Argüello, se ofreció como promotor de la causa –sería la primera beata de esta comunidad católica–, de forma que ésta se abrió, oficialmente, el 14 de junio de 2011. Hasta 50 testigos han declarado durante este tiempo ante un tribunal diocesano formado por el delegado episcopal, un promotor de justicia y dos notarios de la diócesis. También se ha contado con una comisión histórica.
Con toda la documentación se elaborará una “Positio”, que es una especie de resumen de la causa que será analizado por nueve peritos teólogos nombrados por la Santa Sede, donde ejercerá como postuladora la doctora Silvia Correale. Habrá un nuevo informe que pasará después al Consistorio de Obispos y Cardenales que trasladarán su parecer al Santo Padre para tomar una desición final.
Marta Obregón se podría convertir entonces en una de las pocas beatas a las que se reconoce el martirio por preservar su castidad. Su muerte se produjo, precisamente, en la festividad de Santa Inés, una virgen romana martirizada por la misma causa, según explicó Saturnino López. La joven burgalesa recibió 14 puñaladas las mismas que Santa María Goretti, una niña italiana de 12 años canonizada por este mismo motivo. Son casualidades que, para muchos, son signos que se suman a la vida de santidad de esta creyente burgalesa asesinada en 1992.