Intervención de Kiko Argüello
Buenas tardes a todos,
Saludo a D. Carlos Osoro, cardenal-arzobispo de Madrid.
Al cardenal D. Antonio María Rouco, arzobispo emérito de Madrid.
Al cardenal Paolo Romeo, arzobispo emérito de Palermo.
A los arzobispos, obispos y vicarios episcopales aquí presentes.
A la Madre General de las Misioneras de Cristo Jesús y a sus consejeras. ¡Que alegría nos da su presencia en este acto, hermanas!
Al Rector de la Universidad, D. Daniel Sada, a los Decanos de las Facultades y profesores.
A las comunidades neocatecumenales catequizadas por Carmen y por mí de Madrid, Zamora, Barcelona, Roma, Florencia, Ivrea y París.
A los catequistas itinerantes, a los rectores y formadores de los seminarios Redemptoris Mater, a los presbíteros y a todos vosotros aquí presentes. Envío un cariñoso saludo a tantos hermanos del Camino que están siguiendo el acto por internet.
Agradecemos tantas cartas recibidas de arzobispos y obispos de los cinco continentes, que no pudiendo asistir a este acto, comparten su alegría con los hermanos del Camino y se unen a nosotros con su oración.
Quisiera leer unas palabras del cardenal Farrell, prefecto del Dicasterio de Laicos, Familia y Vida, que también nos ha enviado una carta:
Queridos Kiko, P. Mario y María Ascensión,
Os agradezco la invitación que me habéis hecho llegar, para participar en el Acto de Apertura oficial de la Causa de beatificación y canonización de Carmen Hernández, que tendrá lugar, Dios mediante, en la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid.
Estoy contento por saber que la petición de Apertura de la Causa de canonización de Carmen ha sido aceptada y me uno a vuestra alegría y a vuestras acciones de gracias al Señor. Lamentablemente, compromisos ya fijados en la agenda para ese período, me impiden estar con vosotros ese día en Madrid.
Os aseguro, de todas formas, mi recuerdo ante el Señor para que la vida de Carmen, su testimonio de fe, su desgastarse hasta el final para llevar a todas partes el anuncio del Evangelio, continúen siendo un modelo de referencia para todos vosotros y para toda la Iglesia.
Renovándoos la gratitud y esperando que pueda haber otras ocasiones de encuentro, os saludo cordialmente en el Señor.
Cardenal Kevin Farrell. Prefecto de Dicasterio de Laicos, Familia y Vida.
Yo, personalmente, estoy muy contento de que haya llegado este día en el que la Iglesia empieza la fase diocesana de la Causa de Beatificación y Canonización de Carmen Hernández. Doy gracias al Sr. Cardenal, arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, por iniciar la investigación sobre la vida, virtudes y fama de santidad de Carmen.
El Señor nos ha unido, a Carmen y a mí, durante 52 años, en una misión de evangelización maravillosa –que comenzó en esta diócesis de Madrid-, como fruto del Concilio.
Siento como un hecho providencial, que la apertura de la Causa, coincida justamente con el año, que se conmemora el 60 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II; porque Carmen dio su vida, por llevar el Concilio a las parroquias, a través de una Iniciación Cristiana, al servicio de los obispos, que se llama Camino Neocatecumenal.
Es sorprendente ver esta historia con hechos y con personas; una obra no hecha en una mesa de trabajo sino por la acción del Espíritu Santo. Lo que en el Concilio Vaticano II se estaba elaborando por escrito, nosotros lo vimos realizar con los pobres en las barracas de Palomeras por obra del Espíritu Santo. Hemos visto allí la aparición del Señor creando el perdón, el amor, la comunión ¡la comunidad cristiana! Tanto Carmen como yo, hemos sido testigos de la presencia de Dios en la evangelización, testigos del actuar de Dios en la Iglesia del Concilio Vaticano II. No teníamos planes ni ideas preconcebidas. Durante más de 50 años hemos podido dar testimonio de que Dios está vivo en su Iglesia.
Carmen, siguiendo las huellas de San Francisco Javier (cuya fiesta hemos celebrado ayer), nunca pensó quedarse en España, pues era como un fracaso de su ideal misionero. Pero Dios quiso que confluyéramos en Madrid, en las barracas de Palomeras Altas. Nos conocimos en 1964, a la vuelta de su histórica peregrinación a Tierra Santa. Yo me había ido a vivir a una chabola con los pobres de Palomeras.
Allí Carmen conoció la comunidad de los hermanos que se reunían en mi barraca y quedó impresionadísima de la respuesta que daban a la Palabra de Dios. Decidió quedarse a vivir con nosotros y le construimos una chabola.
Carmen vio la presencia de Jesucristo, que viene a salvar a los pecadores, a realizar el misterio de Pascua y a crear la comunión entre los pobres: Jesucristo se daba como amor gratuito para todo hombre.
Todo esto que Dios permitió, su presencia en Palomeras, fue como una tierra de cultivo que Dios tenía preparada para ponerla dentro de la Iglesia. Lo que Dios nos hizo experimentar en medio de un mundo pobre, el Espíritu Santo lo había preparado para su Iglesia.
La presencia providencial del Arzobispo de Madrid en las barracas fue lo que determinó que Carmen colaborara definitivamente conmigo. Si no hubiera sido por D. Casimiro Morcillo nosotros no hubiéramos ido a las parroquias. Será él también quien nos abra las puertas en Italia. Carmen vio en el arzobispo la presencia de la Iglesia y cambió completamente su actitud conmigo. Con la presencia de Morcillo, vio realizada la promesa que Dios le había hecho en Israel.
Cuando Carmen estaba en Israel, muchas veces se preguntaba cuál era su misión en la Iglesia y pensaba que tenía que fundar una congregación misionera. En Ein Karen tuvo la certeza absoluta, como una visión, de que Dios quería de ella algo para la Iglesia universal, que no se trataba de fundar una congregación.
Os cuento esto para que veáis, como un misterio grande del Señor, la colaboración entre Carmen y yo.
Me costó mucho aceptar a Carmen, hasta que el Señor me dijo interiormente que Carmen era una gracia grandísima, que hubiera alguien junto a mí que me dijera constantemente la verdad, que Dios la había traído con una misión. Entonces, acepté en la fe a Carmen como enviada por el Señor. Sufrí hasta que me di cuenta que venía de Dios, y desde ese día fue una gracia para mí.
¡Carmen ha sido estupenda! Una mujer extraordinaria que ha hecho mucho bien, no solo a los hermanos del Camino Neocatecumenal sino a toda la Iglesia.
¡Carmen, qué mujer maravillosa! Con un genio magistral de libertad y de amor a la Iglesia. Nunca me aduló, siempre me dijo la verdad. Fue capaz de estar detrás de mí; siempre a mi lado, para ayudarme. Nunca buscó el primer plano, nunca buscó el protagonismo. Tenía una clara conciencia de que la misión que Dios le había dado era apoyarme, defenderme y corregirme, por el bien del Camino Neocatecumenal.
Por amor a la Iglesia y a los hermanos, ha permanecido junto a mí 52 años, aunque a veces fuera difícil para ella, pero a Carmen sólo le importaba hacer la voluntad de Dios, que vio que era estar conmigo en esta Iniciación Cristiana que es el Camino Neocatecumenal.
Mujer excepcional, verdaderamente, con una generosidad enorme, se ha negado a sí misma para mostrarme a mí, no obstante las correcciones, pero estaba siempre detrás, sosteniéndome.
Es un ejemplo en liberalidad, en sinceridad, en hablar con libertad a todo el mundo; decía la verdad a los hermanos de las comunidades. Y cuando algún hermano se alejaba, le llamaba y le buscaba, como a la oveja perdida, con amor.
Fue una mujer extraordinaria, una verdadera profeta, una auténtica misionera, que ha vivido la fe en grado heroico. ¡Una mujer excepcional!, importantísima para la Iglesia, siempre en oración, enamorada de Cristo, de la Escritura y de la Pascua, y con un amor incondicional al Papa y a la Iglesia.
Juntos somos los iniciadores de un carisma, que el Señor ha inspirado en ayuda de su Iglesia. Las palabras del Papa Francisco en el cincuentenario del Camino Neocatecumenal en 2018, cuando dijo en Tor Vergata: “Sois un don del Espíritu Santo para la Iglesia”, confirman el anhelo más deseado de Carmen: que se viera que en el Camino es Dios el que está actuando, que es una obra del Espíritu Santo en la Iglesia, de la que Él mismo nos ha llamado a ser iniciadores.
En la última audiencia que nos concedió en esta año al Equipo Internacional del Camino, el Papa Francisco nos manifestó su alegría por el inicio de la apertura de la Causa.
Yo deseo que la Iglesia, en esta Causa de canonización que empieza, investigue su vida, que muchas veces era una vida crucificada, callada y sufriente, como “en una noche oscura”; también quiero que salgan a la luz sus virtudes, muchas de ellas escondidas, muchas en grado heroico. Que la Iglesia discierna sobre ello.
¡Doy gracias a Dios por haberla conocido y haber podido trabajar con ella en los “duros trabajos del Evangelio”! como dice san Pablo.
¡Carmen! ¡qué gran mujer, con una fe excepcional! ¡Qué amor tan grande ha tenido a Cristo y a su Iglesia!
Gracias.
Ahora vamos a escuchar el Evangelio.
En esta tarde quisiéramos hacer presente un fragmento del Evangelio que tocaba profundamente a Carmen: La Transfiguración, que es el destino maravilloso e impresionante de la historia del hombre, y que ya ha realizado la Virgen María, que es imagen no solamente de la Iglesia sino de toda la humanidad.
La Transfiguración va a llevar a este hombre asumido por Jesucristo a la divinización completa. Es una exaltación a la gloria del cielo, a la Ascensión. Y que se puede experimentar aquí, porque los cristianos por el bautismo nos vamos transformando de día en día; aunque este cuerpo se deshaga, nosotros vamos transfigurándonos en el rostro de Jesucristo. Ésta es la fe cristiana que da luz a la historia, al futuro de la humanidad: la Transfiguración.
Proclamación del Evangelio: Mc 9,2-8
Intervención del postulador de la causa Carlos Metola
Al Emmo. y Rvdmo. Mons. Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid.
Madrid, 20 de Julio de 2021. Festividad del profeta Elías.
“Como el cielo es más alto que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos” (Is 55,9)
El que suscribe, D. Carlos Metola Gómez, legítimamente constituido Postulador diocesano por el Camino Neocatecumenal, la Fundación Familia de Nazaret para la Evangelización Itinerante de Madrid y la Fundación Familia de Nazaret para la Evangelización Itinerante de Roma, Actores de la Causa de beatificación y canonización de la sierva de Dios
MARÍA DEL CARMEN HERNÁNDEZ BARRERA, catequista laica
SOLICITA A V. E., en nombre de las partes actoras, y en conformidad con la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister, las Normae Servandae in Inquisitionibus ab Episcopis Faciendis in Causis Sanctorum, y la Instrucción Sanctorum Mater sobre el procedimiento instructorio diocesano o eparquial en las Causas de los santos,
TENGA A BIEN comenzar la instrucción diocesana de la Causa de referencia en su Archidiócesis de Madrid.
La convocatoria del Concilio Vaticano II por el papa san Juan XXIII mediante la Constitución Humanae Salutis decía proféticamente: “La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio». [1]
Uno de los numerosos frutos de este Concilio Vaticano II es el Camino Neocatecumenal, como dijo el papa san Pablo VI: “¡He aquí los frutos del Concilio! Vosotros hacéis después del Bautismo lo que la Iglesia primitiva hacía antes: el antes o después es secundario. El hecho es que vosotros miráis a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad de la vida cristiana». [2]
También el papa san Juan Pablo II escribió en la carta Ogniqualvolta: “Reconozco el Camino Neocatecumenal como un itinerario de formación católica válida para la sociedad y para los tiempos de hoy”, y “deseo vivamente, por tanto, que los hermanos en el episcopado valoricen y ayuden –junto con sus presbíteros– a esta obra para la nueva evangelización». [3]
He querido empezar citando a estos tres queridos santos pontífices, por el inmenso amor que la sierva de Dios María del Carmen Hernández Barrera ha tenido durante toda su vida a la Iglesia y a su cabeza visible, el Papa. Ella, junto con Kiko Argüello, han sido los iniciadores del Camino Neocatecumenal, que como hemos señalado, es uno de los frutos de este Concilio Vaticano II. Carmen Hernández dedicó todas sus fuerzas durante 52 años al servicio ininterrumpido del anuncio itinerante del Evangelio y a ser un instrumento, como “sierva inútil» [4] de Cristo en la renovación de su Iglesia.
María del Carmen Hernández Barrera nació en Ólvega, provincia de Soria, el 24 de Noviembre de 1930, de una familia católica con nueve hijos; ella era la quinta, y ya desde pequeña quería ser misionera, vocación que nació y se nutría cada vez que los misioneros jesuitas de Tudela (Navarra) iban a su colegio a dar charlas sobre las misiones. El ejemplo de San Francisco Javier la marcó a fuego para toda su vida.
Después pensó que el seguimiento de Cristo pasaba no por ejercer su carrera de Químicas (que obtuvo con resultados brillantes), siguiendo así el proyecto muy esperanzador de vida que le marcaba su padre, dentro de la pujante industria arrocera familiar, sino por entrar en el Instituto de las Misioneras de Cristo Jesús, fundado por la M. María Camino Sanz Orrio con la ayuda inestimable del entonces arzobispo de Pamplona, D. Marcelino Olaechea. Así lo hizo en 1954. Durante los ocho años que Carmen estuvo en las Misioneras recibió una excelente formación espiritual, de vida comunitaria y de apostolado. Leyendo sus agendas y sus notas de conciencia de estos años es impresionante el amor a Jesús que demuestra, la frase que más repite en ellos es: “¡Jesús mío, yo te amo!”. También son asombrosas las numerosas experiencias espirituales muy profundas, “cuasi místicas”, y de sacrificios heroicos, por las que el Señor le iba conduciendo. Entre 1957 y 1960 estudió Ciencias Religiosas en el Instituto Sedes Sapientiae de Valencia, con unos magníficos profesores de los que siempre hacía mención; sus notas fueron brillantísimas y realizó una tesina Summa cum laude sobre “La necesidad de la Oración en el pensamiento de Pío XII”. Todo esto le inculcó un amor enorme a la oración litúrgica, a la Eucaristía y a la Sagrada Escritura, como presencias actuales y necesarias de Cristo en su vida diaria.
Cuando ya parecía que todo apuntaba a una marcha hacia las misiones en la India, después de estar año y medio en Londres, como era la costumbre en su Instituto, aprendiendo inglés y terminando la preparación a misiones, Carmen Hernández sufrió lo que ella llamaba un “desvío aéreo” en su ruta de servicio a Dios: las superioras dudan de su idoneidad para admitirla a los votos perpetuos y la hacen volver a España. Fueron ocho meses de espera que Carmen pasó en una de las casas de las Misioneras en Barcelona. En este tiempo el Señor le hizo pasar por una “kénosis” muy profunda, en la que toda su ilusión de ser misionera se esfumaba; ella dice que Barcelona fue como el monte Moria, donde tuvo que sacrificar su “Isaac” (su proyecto de vida). Le confortaba ir al Museo Marés en el que “hay muchos crucifijos románicos donde se ve a Cristo reinando en la cruz”, no con la corona de espinas sino con la corona de Rey, y la invitaban a permanecer en ese sufrimiento, en esa cruz, porque así lo hizo Jesucristo.
Pero, sobre todo, en este “Getsemaní” apareció, como un ángel que la consoló, el P. Pedro Farnés, el gran liturgista. Él le transmitió toda la renovación litúrgica, que en ese tiempo estaba empezando, con el redescubrimiento de la Vigilia Pascual y la fuerza de la Eucaristía, pero no de una forma teórica, sino “hecha carne en ella misma” por las circunstancias de “sufrimiento y muerte” que estaba pasando, pues si no la admitían a los votos: ¿Dónde iría? ¿Cuál era su lugar en la Iglesia? Porque una cosa tenía clara: ¡El Señor la llamaba a ser misionera! ¡Había dejado todo por Él y por su Iglesia! Aprendió que el “Memorial de la Muerte y Resurrección de Jesucristo” se hace presente en la Eucaristía y de él se participa existencialmente, muriendo y resucitando con Él.
Al confirmarse que no era admitida a los votos perpetuos, el 28 de Agosto de 1962, la duda existencial se agudiza. Se abre una pequeña puerta porque el Obispo de Oruro, en Bolivia, Mons. Jorge Manrique, le invita a ir a su diócesis para trabajar entre los mineros pobres. Pero ella siente la necesidad de ir a Tierra Santa, “el quinto Evangelio”, y conocer la tierra que pisó su amado Jesús. Con muy pocos recursos, peregrina a los Lugares Santos con una joven irlandesa que conoció en Londres. Ellas dos recorrieron los lugares de Israel, muchas veces caminando, leyendo la Escritura en los mismos sitios donde ocurrieron los hechos; y ganan algo de dinero limpiando casas, tanto de hebreos como de árabes. Curiosamente en Tierra Santa aparece una gran tentación para Carmen, pues es invitada a trabajar en el Instituto Tecnológico de Israel, Technion, en Haifa, en un proyecto de investigación química, que ella podría haber aceptado, pero al que renunció porque la llamada de Dios era mucho más fuerte. Muchas tardes iba a la roca del Primado de Pedro, donde resuena la voz de Jesús que dice: “¿Me amas?”. Y Carmen le respondía que sí y le preguntaba al Señor “cuál era su sitio en la Iglesia”. En Agosto de 1964 vuelve a España y se va a vivir a Palomeras Bajas, barrio de chabolas en la periferia de Madrid. Allí Dios ha preparado ya el encuentro con Kiko Argüello, a través de una hermana de Carmen que le conoce. Dice una Oda de Salomón que Dios tiene con cada persona “un diseño de arte inefable» [5], y así es el diseño que el Señor había preparado con Carmen Hernández: su irresistible llamada a la evangelización, consolidada con su enorme preparación teológica, espiritual y litúrgica, se une al diseño preparado por Dios con Kiko Argüello: la presencia de Cristo sufriente entre los más pobres y la capacidad para reunir y crear pequeñas comunidades. A él, precisamente, la Virgen le había revelado cinco años antes, el 8 de diciembre de 1959: “Hay que hacer comunidades cristianas como la Sagrada Familia de Nazaret que vivan en humildad, sencillez y alabanza, el otro es Cristo”. De esta unión de misiones de Carmen Hernández y Kiko Argüello nace el Camino Neocatecumenal, animado desde el principio por el entonces arzobispo de Madrid, D. Casimiro Morcillo.
En este Camino Neocatecumenal Carmen Hernández aporta la Teología, la intuición, la investigación y el estudio, y Kiko la realización, la “arquitectación” en una síntesis teológico-catequética y moral que atrae a los más alejados de la Iglesia que vivían en las barracas, y que al mismo tiempo puede revitalizar y reavivar la fe en los creyentes de las parroquias; una fe sellada en el bautismo recibido de pequeños, pero que muchas veces no llegó a madurar hasta una estatura de fe adulta. Actualmente, después de que esta semilla de las barracas se propagara por medio de Kiko y Carmen y miles de catequistas formados por ellos, el Camino Neocatecumenal está extendido en más de 130 países, con un total de 21.066 comunidades en todo el mundo, con un millón y medio de hermanos, en 6.800 parroquias. Kiko y Carmen, siempre acompañados por un presbítero, formando un equipo itinerante de evangelización, han estado 52 años de constante actividad evangelizadora que se ha desarrollado en numerosos países del mundo. Carmen solía decir: “Esto no es obra nuestra: es Dios el que la lleva adelante”. Los iniciadores del Camino han estado más de cincuenta años, como dice San Pablo, de “preocupación por todas las iglesias» [6]: dificultades, fracasos, sufrimientos, viajes frecuentes, reuniones, convivencias, noches sin dormir, sin ninguna paga ni seguridad económica, viviendo de la limosna. Tenemos la certeza, aún subjetiva a la espera del juicio definitivo de la Iglesia, de que Carmen ha vivido estos años de su vida en una actividad evangélica en grado heroico, sin tener “donde reclinar la cabeza» [7]. Por supuesto, que este anuncio del Evangelio también estuvo lleno de gozos y consolaciones, viendo la acción y el poder del Señor: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» [8].
Curiosamente, en esta vorágine de evangelización, Carmen Hernández, en sus diarios muchas veces anota momentos de “vacío”. Dice textualmente: “Estoy en la nada”, o “nada en nada”; después de haber tenido una experiencia de Jesús muy cercana, y de haber sido testigo de la acción de Dios en primera persona o viendo su acción en la vida de los hermanos, después de haber visto a Dios tan potente en la evangelización, pasa a períodos de “vacío”: Jesús, el Esposo, se ha ido, la deja sola temporalmente y experimenta “la nada”. En sus escritos a menudo copia versos de San Juan de la Cruz, y expresa que nada del mundo le atrae, no le apetece estar rodeada de personas, sólo piensa en Él, estar a solas con Él. Escribe: “Por fin, a solas contigo”. Quiere que le hablen de Él, por eso sigue constantemente la actividad de los Papas, escuchando Radio Vaticana o leyendo y releyendo los innumerables libros de Teología de su biblioteca.
Carmen Hernández sabía que esta iniciación cristiana del Camino Neocatecumenal no se podía realizar sin unos pilares sólidos que ella vivía y que trataba de inculcar a los hermanos de las comunidades:
– El amor y la necesidad de la oración: Carmen rezaba todas las horas del Salterio, con verdadera devoción y gusto, disfrutaba rezando, y era el medio de santificar el día. Sobre todo, le gustaba el Oficio de Lecturas, al que llamaba el “Matutino”, que lo hacía de madrugada, porque decía que sus salmos son “muy existenciales”. Nunca dejaba una hora de la Liturgia de las Horas, incluso en los viajes y desplazamientos.
– El amor a los sacramentos, sobre todo a la Eucaristía, de la que participaba todos los días, y el amor a la Penitencia. A estos dos sacramentos Carmen les dedicó muchos años de estudio con los mejores libros católicos y los teólogos mejor preparados. También llegando hasta las raíces hebreas del cristianismo, estudiando las fiestas hebreas que Jesucristo celebró como judío y que son como fuentes de nuestros sacramentos: la Pascua judía, el Día de la Expiación (Yom Kippur) o Pentecostés (Shavuot).
– El amor a la Sagrada Escritura, que conocía perfectamente, y con la que se pasaba horas y horas, leyendo y releyendo las citas, sacando innumerables matices y sentidos. Las Biblias de Carmen están subrayadas una y otra vez: impresiona verlas por lo “usadas y subrayadas” que están.
– Carmen Hernández era una constante estudiosa de la Fe Católica, con los Padres de la Iglesia y toda la Tradición del Magisterio, sus bibliotecas tienen más de 4500 libros de religión y cientos de revistas de Teología. Escuchaba Radio Vaticano a diario, leía L’Osservatore Romano (subrayándolo y/o recortando los artículos más interesantes) tanto la edición diaria en italiano, como la semanal en español. Seguía todos los discursos de los Papas, principalmente de san Juan Pablo II y Benedicto XVI.
Estuvo siempre al lado de Kiko Argüello, durante estos cincuenta años, animándole y ayudándole en la preparación y desarrollo de las reuniones, encuentros, convivencias y también corrigiéndole (“corrección fraterna”) en aquello que ella veía necesario, sobre todo para que no se enorgulleciera al ver demasiado éxito en esta obra de Dios, diciéndole que ellos eran sólo “siervos inútiles”. Muchas veces se mantenía callada (sobre todo al final, cuando tenía menos fuerzas o por las enfermedades), pero seguía animando a todos, tanto a Kiko, como a los catequistas y a los hermanos de comunidad. Asimismo, era una mujer que hablaba con mucha libertad.
Tenía un amor especial a las “ovejas perdidas”, es decir a aquellas personas que tenían una situación de sufrimiento, o de algún hermano de comunidad que estaba pasando por momentos difíciles, o estaba en crisis; Carmen lo llamaba y le animaba para que volviera a encontrarse con Jesucristo en los sacramentos, en la Palabra y con la oración, y le decía que pidiera perdón. Ella se acordaba y conocía los nombres y las situaciones familiares y laborales de cientos de hermanos de las comunidades que ellos directamente habían catequizado, así como también de los cientos de catequistas itinerantes de los distintos equipos de evangelización.
Durante los últimos años de enfermedad siguió, en la medida que pudo, el trepidante ritmo de la evangelización mundial: viajes, convivencias, reuniones, cambios de lugar… aunque esto le supusiera más sufrimiento físico y más dolores, por sus enfermedades cardíacas, subidas de tensión, dolores de la pierna (tenía una úlcera que no se le curaba por la mala circulación), dolores de espalda (tuvo varias roturas de vértebras con dolores muy agudos) y del costado (algunas costillas rotas por varias caídas, que aunque después se soldaron, eran motivo de sufrimiento). Muchas veces participaba de las reuniones siguiendo el audio desde su habitación. Su muerte en Madrid, el 19 de Julio de 2016, fue un tranquilo paso al descanso eterno; se fue “apagando” sin ningún momento de resistencia o rebeldía, sino con una gran paz y serenidad.
Así pues, Eminencia Reverendísima, CREEMOS Y CONSTATAMOS que:
– Carmen Hernández ha podido vivir las virtudes cristianas en grado heroico: la fe, la esperanza, la caridad, la prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, la paciencia en el sufrimiento, la piedad, la aceptación de la voluntad de Dios, un amor profundísimo a la Iglesia y a Jesucristo, un grandísimo amor a la oración, a la jerarquía de la Iglesia, con una gran libertad en la corrección fraterna, y creemos tener bastantes pruebas de ello, a través de sus numerosos escritos personales, catequesis, cartas y testimonios de las muchas personas que la han conocido.
– Hay una fama de signos y favores extendida en el pueblo de Dios, de que Carmen Hernández intercede ante Dios por ellos, debido a las numerosas gracias y favores que le han pedido y le siguen pidiendo a diario. Hemos recibido más de 1500 gracias de más de 70 países distintos de todo el mundo.
– Llegan numerosísimas visitas a la tumba de Carmen Hernández (han pasado más de 50.000 personas de unos 70 países diferentes de todo el mundo), dejando en los libros de condolencias unas 25.000 anotaciones de agradecimientos y peticiones.
– Asisten miles de fieles a las Misas de funeral y entierro, así como en las Misas de aniversario el 19 de Julio de cada año, en muchos lugares del mundo.
-La gran acogida por parte del público de los libros con los escritos de Carmen Hernández o su biografía, publicados hasta ahora, y el gran bien espiritual que dicen que están haciendo estos libros.
-Y toda esta fama de santidad de Carmen Hernández, que comprobamos y constatamos, ha aparecido sin que haya ninguna estampa de petición, ni ninguna página web, ni propaganda especial, para no influir ni generar artificialmente dicha fama de santidad.
Por todo ello, TRANSCURRIDOS YA LOS CINCO AÑOS desde la muerte de la sierva de Dios que establece la normativa propia de las Causas de los santos:
RUEGO A V. E., mediante este Supplex Libellus, tenga a bien considerar la conveniencia de INICIAR LA CAUSA acerca de la vida, virtudes y fama de santidad de la sierva de Dios María del Carmen Hernández Barrera, fallecida en su Archidiócesis el 19 de Julio de 2016.
Es gracia que deseo alcanzar de V. E., a quien Dios guarde muchos años.
La Paz.
Carlos Metola Gómez
Postulador de la fase diocesana
ANEXO
Según lo exigido por el art. 37 de la Instrucción Sanctorum Mater, adjunto al presente Libelo de demanda los siguientes documentos:
- Mi mandato procuratorio como Postulador de la Causa;
- Una biografía de la sierva de Dios María del Carmen Hernández Barrera;
- Los ejemplares auténticos y por duplicado de las publicaciones de la sierva de Dios; algunas son escritos publicados y ya hechos públicos; y otras son documentos inéditos publicados “pro manuscripto” para uso interno de los catequistas del Camino Neocatecumenal.
- Lista de testigos que pueden contribuir a esclarecer la verdad sobre la vida, virtudes y fama de santidad de la sierva de Dios.
[1] Constitución Apostólica “Humanae Salutis”, 3. 25 de diciembre de 1961.
[2] Audiencia general del Papa Pablo VI, 8 de mayo de 1974, Ciudad del Vaticano.
[3] Carta “Ogniqualvolta” a Mons. Paul Josef Cordes, de 30 de agosto de 1990.
[4] Cf. Lc 17,10.
[5] Odas de Salomón, 24.
[6] Cf. 2 Co 11,28.
[7] Cf. Mt 8,20
[8] Cf. Mt 28,20.
POEMA SINFÓNICO AQUEDÁ
Vamos a escuchar un poema sinfónico titulado “Aquedá”. La palabra Aquedá, es una palabra hebrea, que significa “Átame” y está en el Targum Neofiti, que es un comentario hebreo encontrado en una biblioteca de Roma donde se evangelizaba a los hebreos. Y en ese targum viene la traducción del pasaje de Abraham que describe el sacrificio de Isaac y añade lo que le dice un ángel: «Venid y ved la fe sobre la tierra: un padre que sacrifica a su hijo único, y el hijo querido que le ofrece su cuello».
He puesto música a este texto que trata sobre Isaac, imagen de la humildad de Cristo, que siendo Hijo de Dios se humilló y se hizo pecado por nosotros. Esta pieza refleja el momento en que Abraham se disponía a sacrificar a su hijo, y mirándole fijamente lo pone sobre la leña. Y cuando lo va a matar, Isaac le dice: «Átame, átame fuerte, padre mío, no sea que por el miedo me resista y no sea válido tu sacrificio y los dos seamos rechazados».
Porque según el ritual del Templo, el cordero que se sacrificaba tenía que ser muy manso. Por eso buscaban entre todas las corderas —que es una imagen de la Virgen Inmaculada— una cordera que fuese tan mansa que tuviese un corderillo que en el momento en que lo vayan a atar no dé patadas, porque si se mueve y da patadas el sacrificio es inválido. Eso está en el Talmud, en la tradición rabínica, con lo cual está prefigurada la humildad de Nuestro Señor Jesucristo, porque Isaac es imagen de Cristo.
Carmen muchas veces contó que vivió en su carne la experiencia de Abraham: la promesa de ser misionera le acompañó toda su infancia y juventud, hasta su estancia en Barcelona que significará para ella la subida al monte Moria. Igual que Abraham llevó a sacrificar a Isaac al monte Moria, Carmen llevará a sacrificar “su Isaac”, es decir, su propia vocación, su proyecto de vida misionera, sus deseos de ir a misiones.
Carmen contaba que fue el momento de prueba más fuerte de su vida, de descendimiento hasta lo más profundo; pero a la vez fue allí donde vio el rostro de Dios, la Resurrección y la Vida Eterna.
POEMA SINFÓNICO “HIJAS DE JESRUSALÉN”
El segundo poema musical se titula “Hijas de Jerusalén”, y nos traslada también a Israel. Lo que más le emocionaba a Carmen de Jerusalén era ver que desde el monte de Los Olivos se podía vislumbrar alzada la cruz de Cristo. He intentado poner música a un fragmento de La Pasión según San Lucas. A Cristo lo han sometido a una tortura que, según Cicerón, nunca ha existido en el mundo un suplicio mayor: el suplicio de la cruz.
Imaginad a Jesucristo atravesando Jerusalén con la cruz a cuestas, con todo el cuerpo hinchado por los golpes que había recibido con el flagellum romano. En la Sábana Santa se ven las marcas que le causaron los latigazos que ha recibido Jesucristo, lo cual hacía que se hinchara todo el cuerpo. Verdaderamente ver a Cristo de esta forma, parecía un monstruo, lleno de sangre. Tal era el aspecto de Nuestro Señor Jesús que pasando por una calle había unas mujeres que, al verlo, comenzaron a gritar como hacen en Oriente. Jesús se para y les dice: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos. Porque si esto hacen con el leño verde, con el seco ¿qué se hará?».
Estas palabras del Evangelio son terribles: «si esto hacen con el leño verde»; si esto se hace con el inocente ¿qué no se hará con los verdaderos culpables que somos nosotros? ¿Qué quiere decir con esto Jesucristo? Que no tiene más remedio que ir a salvar a toda la humanidad, a todos nosotros, del sufrimiento total, del infierno, de lo que el demonio había preparado para el leño seco que somos nosotros. Esta palabra del evangelio, tan profunda, tan impresionante, que da sentido a la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, es lo que vamos a escuchar. Yo he intentado un poco ponerle música y espero que os pueda ayudar.
La Orquesta Sinfónica y Coro del Camino Neocatecumenal está formada por profesores y músicos, pertenecientes al Camino Neocatecumenal.
Hoy están presentes:
- 94 músicos (instrumentistas y un pianista)
- 80 coristas
Dirige la orquesta Tomáš Hanus:
Es de la República Checa; está casado; tiene 8 hijos y pertenece al Camino Neocatecumenal. En 1999 ganó el concurso internacional de directores de orquesta y desde entonces ha dirigido orquestas Filarmónicas en varios países de Europa, también en el Teatro Real de Madrid. Actualmente trabaja en la Filarmónica de Praga y es Director Musical de la Opera Nacional de Gales.
Palabras de Mons. Carlos Osoro Sierra, Cardenal-Arzobispo de Madrid
Saludo con mucho afecto al equipo internacional del Camino Neocatecumenal, Kiko, Padre Mario y Ascensión, que promueve la Causa de Canonización que acabamos de abrir. También saludo fraternalmente a todos los cardenales, arzobispos y obispos que nos habéis querido acompañar este momento tan importante, no solo para la vida del Camino Neocatecumenal, sino para la vida de la Iglesia. Os saludo con cariño a todos los sacerdotes y fieles laicos, especialmente a quienes estáis en misión, y a todos los que siguen por internet este acto.
Todos los que hemos conocido de cerca a Carmen, como yo, sobre todo cuando era arzobispo de Valencia, sabemos que ha sido una persona especialmente carismática, valiente, apasionada, profundamente enamorada de Jesucristo. A veces tan apasionada, que podía parecer políticamente incorrecta. Yo quisiera destacar de ella tres aspectos que me parecen especialmente necesarios para nuestra Iglesia y nuestra sociedad:
Primero, su profundo amor a la Iglesia, y en especial, al Papa. Ya de joven novicia hizo su tesina sobre “La necesidad de la oración en el pensamiento de Pio XII”. Pero fue con san Pablo VI con quien comenzó su relación cercana con todos y cada uno de los Papas, relación que se hizo especialmente intensa con san Juan Pablo II, con Benedicto XVI, y con el papa Francisco. Ella amaba al Papa, fuera quien fuera, no era de uno o de otro Papa. Cuando estaba enferma ya aquí en Madrid, el papa Francisco la llamó por teléfono. Le dijo que estuviera tranquila, porque la mala hierba nunca muere, y le dijo que le iba a dar un cigarrito. Hasta ese punto de confianza llegaba su relación con el sucesor de Pedro. Pero lo que hay bajo esta cercanía, es un profundo amor a la Iglesia, en un espíritu de obediencia de hija. Es significativo que ella se da cuenta de que tiene que quedarse con Kiko en las barracas cuando ve la presencia del arzobispo Morcillo.
En segundo lugar, quiero destacar de ella su valentía para hablar sin miedo del Evangelio, de la verdad y de la justicia. Sus palabras, que a veces eran muy duras, nacían del convencimiento de que solo la verdad libera al hombre, y Cristo es la verdad. Carmen anunció el Evangelio hasta los confines de la tierra, siguiendo el espíritu misionero que vio nacer en ella cuando era niña. Como hemos recordado en el canto del comienzo de este acto, ella pudo decir con su vida: “Están rotas mis ataduras… me voy a todas partes”.
Y, en tercer lugar, aunque podríamos decir muchas cosas, quiero subrayar la importancia y la dignidad que dio Carmen a la mujer, a su papel en la vida, en la sociedad y en la Iglesia. La belleza del vientre materno, donde se forma cada hombre, y donde se hizo carne el Hijo de Dios. La maravilla de la vida que nace dentro de la mujer. Y también su dimensión escatológica: la mujer vestida de sol que vence a la serpiente.
No tenemos que olvidar, sin embargo, que este acto supone solo el comienzo de su causa de beatificación, en la que vamos a recopilar todos los documentos y todos los testimonios que después puedan ayudara discernir al Papa sobre su vida, sus virtudes y su fama de santidad. Es el inicio de un largo camino, en el que de modo riguroso y exhaustivo estudiaremos todos los testimonios, tanto a favor, como los que pudieran surgir en contra de esta causa. Os animo a que pidáis la intercesión de la Sierva de Dios Carmen Hernández. Y deseo de corazón que esta causa llegue a buen término, si Dios quiere.