
Doscientos cincuenta arzobispos y obispos de los cinco continentes, acompañados por misioneros itinerantes, sacerdotes y laicos, responsables del Camino Neocatecumenal en sus diócesis (un total de más de 500 hermanos), fueron invitados por el equipo internacional responsable del Camino – Kiko Argüello, el padre Mario Pezzi y Ascensión Romero- a un encuentro en Tierra Santa.
La invitación a Tierra Santa había sido confirmada por la carta de Su Beatitud, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, que sin embargo no pudo estar presente, porque tuvo que ir a las reuniones de los cardenales y al funeral del Santo Padre. A los participantes, que llegaron a Tierra Santa el lunes de Pascua, les sorprendió la muerte del Papa Francisco. Y ha sido esta noticia el primer punto de comunión entre todos: la oración por el alma del Papa Francisco y por el próximo cónclave de cardenales.
El encuentro empezó en la Domus Galilaeae, en el Monte de las Bienaventuranzas, donde los obispos tuvieron la oportunidad de vivir días de comunión y de oración, visitando los lugares santos en torno al lago Tiberíades: Korazín, Cafarnaúm, Tabgha, el Primado de Pedro… y adquiriendo la indulgencia plenaria en Nazaret.

A lo largo de la convivencia, Kiko Argüello, iniciador del Camino Neocatecumenal junto a la sierva de Dios Carmen Hernández, ha dado a conocer a los obispos algunos aspectos de la iniciación cristiana que el Camino ofrece a las diócesis, explicando algunas claves catequético-kerigmáticas, que están a la base de este itinerario de fe.
Los obispos han tenido ocasión de reflexionar, por grupos lingüísticos, sobre los grandes desafíos que el tiempo actual plantea a la Iglesia de nuestros días, destacando sobre todo la crisis de la familia, con las inevitables consecuencias de la falta de hijos, la soledad, el abandono de los ancianos… Al venir los obispos de tantas naciones, el diálogo fue de una gran riqueza para todos los participantes, compartiendo tanto los sufrimientos de las iglesias vacías como los de las perseguidas por la falta de libertad o por la violencia extremista. Los obispos han valorado muy positivamente la respuesta que el Camino da en base a su experiencia de 60 años de evangelización.

El encuentro continuó con dos días de peregrinación a Jerusalén. Los Cardenales y algunos Presidentes de Conferencias Episcopales, junto con algunos Obispos de Argentina, que estaban ya en Tierra Santa para el encuentro, tuvieron que partir a Roma para participar en los funerales del Santo Padre. Todos los demás pudieron seguir con emoción la liturgia de las exequias en una gran pantalla situada en un amplio pabellón de la Domus Betaniae, una estructura que ofrece a sacerdotes y laicos un tiempo de formación e inmersión en los lugares bíblicos.
En el Pontifical Institute Notre Dame of Jerusalem Center, tuvo lugar el encuentro con Mons. Adolfo Tito Yllana, Nuncio apostólico en Israel y con el alcalde de Jerusalén Moshe Lion. Señalaron que el regreso de los peregrinos cristianos es fundamental y cómo la presencia de tantos obispos, que han vivido la peregrinación en total tranquilidad, podrá ser una gran contribución a este retorno.
El Nuncio apostólico, además de subrayar la importancia del Camino Neocatecumenal en la Iglesia, deseó la paz para Jerusalén, como esperanza para el mundo entero. El alcalde de Jerusalén, después de expresar sus más sinceras condolencias por la partida del Papa Francisco, dirigió un caluroso saludo de bienvenida a los presentes.
Por último, Kiko Argüello dirigió unas palabras de agradecimiento a las autoridades civiles, al Nuncio Apostólico y a los muchos prelados que participaron en el encuentro, concluyendo con un canto del profeta Isaías: “Yo vengo a reunir a todas las naciones; vendrán y verán mi gloria”. Profecía que se hacía realidad viendo la alegría de todos estos obispos venidos de los cinco continentes.
La convivencia se completó con la visita al Cenáculo -quizás el momento más conmovedor para muchos obispos- y concluyó con la visita de los obispos primero al Santo Sepulcro y después a la Basílica de la Natividad en Belén, obteniendo nuevamente la indulgencia plenaria. Hemos podido constatar en muchos de los obispos participantes un afectuoso sentido de gratitud por la experiencia única que han vivido.
